(Según publicación de la DGAC – Chile (con el Coronel Arturo Silva L. en RRPP) bajo el título “A puro ñeque… un piloto chileno – ¡en suprema sed de cielo!” – Separata – Historia Aeronáutica).

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Continuamos el relato de Víctor Salas:

“ Transcurren ocho años dedicados a remolcar avisos sobre Santiago, a transmitir publicidad hablada desde el avión mediante un poderoso amplificador y altoparlante, a remolcar planeadores, a tomar parte en los festivales aéreos etc. Muchos de estos vuelos tienen mucho de aventura y anécdotas; por ejemplo, el primer vuelo remolcando un letrero sobre Valparaíso fue con ocasión de una ceremonia en el estadio Playa Ancha en que se hacía entrega de nuevo material a las Compañías de Bomberos; llegué volando sobre el lugar en medio de la ceremonia, de la cual según me dijeron, todo el mundo se olvidó en ese momento al ver evolucionar un avión sobre ellos con tan novedoso sistema que nunca había visto antes y se detuvieron los tranvías y el tráfico en las calles para observarlo.

Mas o menos al término de estos ocho años me encuentro en situación de comprar a mi socio su parte en el avión, lo cual hago: es 1957 y me he retirado de LAN, los negocios andan mal y con gran pesar tengo que vender mi avión a una compañía de Fumigación Agrícola llamada “FUMAGRO” que después se asocia con otra llamada “AGRAL”, quedando con el nombre de “FUMAGRAL” a la cual tengo que acudir en busca de empleo como piloto fumigador, esto es en 1959.

Según la Compañía , 1959 y 1960 son los único años que este avión ha producido ganancias ya que yo lo conozco tan bien y tengo tanta práctica en su manejo y he llegado al término de la temporada de fumigación si accidentes, contrariamente a lo que pasó con los pilotos que lo volaron anteriormente; sin embargo he tenido varias emergencias, que jamás faltan en los vuelos de fumigación agrícola, algunas con escapadas milagrosamente increíbles, vale la pena mencionar la siguiente:

Una mañana muy temprano salgo de Linares, ciudad que se me había asignado como base de operaciones por la temporada, hacia Parral donde trabajaría todo el día haciendo fumigaciones en el área. Estoy pasando sobre el río Achibueno, cerca de San Carlos, no sé por qué siento la necesidad de mirar hacia abajo; pienso que en una emergencia sobre este lugar no habría donde colocar una rueda pues es todo árboles y cerros; no hay ni una pequeña planicie, pero en medio del río se puede ver una franja de piedras que parece estar ligeramente bajo el agua; esta sería la única salvación talvez, aunque quizá no para el avión. Me olvido y continúo al sur; permanezco todo el día trabajando en alrededores deParrral. Ya tarde estoy regresando a Linares, según el marcador, la gasolina me alcanza demás para llegar; el vuelo es tranquilo.

De repente el motor deja de funcionar, no estoy muy alto; el avión es pesado de nariz y desciende en planeo rápidamente; miro a mi alrededor buscando un lugar para aterrizar y me doy cuenta alarmado que estoy exactamente sobre el lugar inhóspito que vi en la mañana; la situación me parece sin esperanzas; como último recurso miro al río que está debajo de mí y que veo: Exactamente a mi izquierda está la hilera de piedras que vi en la mañana en medio del río. Sin perder un segundo pongo rumbo hacia allí y alcanzo a posar las ruedas al comienzo de las piedras. Al comienzo el agua salpica en todas direcciones, pero el avión detiene  su carrera justo antes que termine la franja sin rasguño y al parecer en suelo firme, aunque con la mitad de las ruedas sumergidas en el agua. Permanezco sentado en la cabina con la esperanza de que alguien me haya visto y vengan en mi ayuda. Como a la media hora aparecen unos campesinos en la orilla norte. El ruido de la corriente entre las piedras es fuerte, pero me entienden cuando les grito que traigan bueyes, palos y cadenas o sogas. Al rato veo que están vadeando el río hacia el comienzo de la hilera de piedras, traen una yunta de bueyes. Al fin llegan al lado del avión. Enganchamos las cadenas en los aros del tren de aterrizaje y comenzamos a vadear hacia la orilla con troncos debajo de las alas, el Stearman flota a las mil maravillas; llegamos a tierra firme y ayudado por Carabineros y un montón de gente lo remolcamos a mano por casi un kilómetro que tenemos que ir cortando arbustos y aplanando terreno; con ayuda de tablones lo pasamos por sobre un sequión a un potrero que habrá que despejar para el despegue.

Ya ha llegado el mecánico de Linares trayendo 20 litros de gasolina y un telegrama de la Dirección de Aeronáutica autorizándome a despegar de allí bajo mi responsabilidad. Le da un vistazo al motor y despego prácticamente por entre los árboles, con rumbo a Linares. Una vez allá, cargo gasolina y despego enseguida para por simple curiosidad, volver a sobrevolar el lugar donde acabo de tener la emergencia. Es increíble; la franja de piedras que nos salvó al avión y a mí, no está; por mas que vuelo río arriba y abajo no puedo encontrarla; parece no haber existido nunca. Nunca olvidaré este incidente, aunque cosas parecidas me suceden siempre con mi avión y siempre salimos bien parados.

Termina la temporada de fumigación y me voy a trabajar a los estados Unidos donde he permanecido por casi treinta años. A los diez años de haber llegado allá inicio una búsqueda para localizar mi avión; durante todo este tiempo lo he añorado y me he dado cuenta que o puedo vivir si él, mi compañero de aventuras. Haciendo averiguaciones lo ubico en el Uruguay, lo tiene una compañía de fumigaciones llamada “Alas Agrícolas” en el departamento de Florida. Me carteo con el dueño Sr. Alejandro Bueno quien me dice que me .o vendería en una módica suma en estado que se encuentra.

Por primera vez en once años vengo a Sud América. Cuál no sería mi emoción al encontrar mi avión en un hangar, completamente desmantelado. Después de un regateo transamos en el precio de US $ 1.300,00. Lo entrego a un mecánico de la línea aérea Pluna para que comience el proceso de reconstruirlo; esto demora mas de seis años durante los cuales viajo constantemente desde Miami trayendo las partes que van haciendo falta; afortunadamente trabajo como Agente de Tráfico de Avianca en Miami y tengo grandes facilidades para viajar; cada vez que se acercan mis vacaciones espero que mi avión estará listo para hacer el vuelo hasta Miami; pero a este mecánico que se llama Alberto Canutt no hay forma de rogarle que se apure. En mi primer viaje a Montevideo, me presento a ofrecer repuestos para aviones a Aerolíneas Colonia “ARCO” pues tengo una pequeña compañía. Al poco tiempo me hago su agente de compras en USA; ellos adquieren todo su material e incluso sus aviones Conmvair 600 através mío. Esta empresa goza de una franquicia aduanera lo cual me facilita la traída a Uruguay de las partes que necesito para mi Stearman. Al fin de 1977el mecánico me avisa que el avión ya está “pronto”; vuelo a Montevideo, al aeropuerto de Melilla que es donde se encuentra; lo taxeo, aparentemente todo está perfecto, pero ahora soy y el que tiene un inconveniente: debo a ARCO una cantidad de dinero por un avión Curtiss C-46 que les compré antes para revenderlo en USA, cosa que tuve que hacer casi sin ganancias. Esta compañía ha tomado mi avión en prenda; la deuda crece año a año por razones de seguros hangarage, intereses etc. Ellos se llevan el avión a sus hangares en Puerto Colonia donde últimamente ha estado guardado por casi tres años.

Han pasado ya caso otros diez años desde que el avión quedó terminado y dieciséis desde que vine a Uruguay  por primera vez a re adquirirlo

Habiendo ahora cumplido mi edad de retiro obtengo mi jubilación. Estoy resuelto a rescatar nuevamente mi avión y traerlo en vuelo a Chile donde me quedaré a vivir. Llego a Montevideo justo a tiempo para salvarlo pues ppor el tiempo  transcurrido y creyendo ellos que ya no podía rescatarlo, van a comenzar un juicio, mediante el cual se lo adjudicarían ellos mismos por ausencia mía; “ARCO” ha sido vendida a otra empresa argentina y en la venta de incluyó mi avión que se encontraba dentro de sus hangares.

Con la ayuda de mi hijo Víctor, ingeniero en computación en Chile y de mi socio en Miami más mis fondos ahorrados puedo por fin juntarme nuevamente con mi viejo Stearman. Pero durante estos años, antes de guardarlo lo han estado volando en mala forma por el estado en que lo encuentro; en primer lugar tiene puesta una hélice que no corresponde al avión pues en la prueba de tierra da casi 400 RPM de ,menos, esto causa vibraciones en vuelo y daño al motor; los frenos están inexistentes, hay filtraciones de aceite por todas partes y lo que es mas grave el estanque de gasolina está contaminado con una sustancia negra arenosa. Los magnetos están casi deshechos, cosa que vine a saber cuando ya estaba al lado chileno y que casi me cuesta la pérdida del avión, como se verá mas adelante.

Con un mecánico me doy a la tarea de recorrerlo completamente y al mismo tiempo tengo que dedicarme a los diversos trámites y papeleos de permiso , inspecciones etc. que duran tres meses. Al fin el mecánico , después de trabajar infructuosamente durante varios días en los frenos, me decido a salir como se encuentran. Despego el 28 de Abril de este año (1986) a las 15:30 del aeropuerto de Colonia con destino a Buenos Aires. Como a los 20 minutos al este de la pista de Aeroparque, sobre el rio de La Plata llamo al control para dar mi identificación, posición y altura etc. y pedir permiso para continuar al aeropuerto de entrada internacional; todo marcha perfectamente, pero hay tantos aviones volando en el área que después de tantos años fuera de práctica me es difícil identificar el aeropuerto llamado “Don Torcuato” que es donde debo aterrizar pues ahí está la aduana. He pasado sobre el sin darme cuenta pues hay varias pistas de aterrizaje bastante seguidas. De pronto pasa por mi lado un avión moviendo las alas; seguramente lo han mandado a buscarme y guiarme hacia la pista que corresponde. Lo sigo y me lleva directamente hasta Don Torcuato donde aterrizo sin novedad.

Al día siguiente salgo para el aeropuerto de Morón donde me espera el mecánico que me instalará en la cabina trasera un estanque adicional para gasolina, el cual me dará poco mas de dos horas extras de autonomía en la travesía que tengo por delate. Este estanque lo dejé mandado a construir y cancelado hace por lo menos diez años atrás para este vuelo que sólo ahora puedo realizar y que había planeado para llegar hasta EEUU.

La instalación comprende, el estanque, una bombita eléctrica que trasvasija en vuelo la gasolina al estanque principal del avión por una cañería plástica.

Finalmente después de cambiar hélice, el 3 de Mayo despego de Buenos Aires, aeropuerto de Morón , con destino a Bariloche para cruzar la cordillera hacia Chile por la parte mas baja dado que mi avión es de cabina abierta y tendré que aguantar bajas temperaturas por largo rato pues ya ha entrado el invierno en el sur.”

Sigue Parte Tres y Final

Categories: Crónicas

2 Comments

Carlos Jose Rios · Enero 23, 2017 at 4:07 pm

Hola,conocí a Don Victor Salas en abril del 86 cuando él estaba llevando su stearman y tuvo una falla en villa regina (50 NM de Neu) ,allí fuimos con los hijos de Rodriguez a ver que se podía hacer y después de trabajar se puso en marcha y llevo hasta el taller en Neuquen.
Allí los trabajos fueron mayores y durante 3 dias lo tuve como invitado a don Victor en la casa de mis padres hasta que continuo su periplo.
En esos momentos yo era un joven piloto que me me enamore del stearman y queria ir en el viaje ,lo que fue imposible debido al tanque suplementario que llevaba en el asiento ….
Luego recibí de Victor unas bellas fotos y carta de agradecimiento a mis padres por su hospitalidad.
Fotos que aun tengo y atesoro entre mis lindos recuerdos.

Julio Matthei Sch. · Enero 24, 2017 at 10:38 pm

Don Carlos:
Si las fotos complementan el relato la agregaríamos con mucho gusto al relato.

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