En esta fecha se efectuó, a las 19:00 horas, el lanzamiento del referido libro en el Café Literario del Parque Balmaceda rn la comuna de Providencia. El evento contó con una nutrida asistencia de colegas pilotos, tripulantes de vuelo, amigos y familiares del autor, nuestro asociado Amaro Bamón Montecinos. La presentación estuvo a cargo del editor Sr. Federico Gana Johnson, quien relató las especiales circunstancias en que se produjo el encuentro con el autor y que los llevó finalmente a emprender juntos la edición y narración de diversos episodios de vuelo vividos por Amaro Bamón. Destacó la autenticidad, el esfuerzo y los méritos del autor para llevar a buen término el proyecto.

Una especial emoción se vivió con las palabras de Bernardita, nieta del autor, que hizo una fresca y simpática reseña de la vida de su querido y admirado abuelo.

Uno de sus colegas pilotos y amigos, resumió el sentir de sus pares con las siguientes palabras:

“Los que conocemos por mas tiempo a Amaro, sabemos que su libro “Volar una profesión fascinante” no es producto de una inspiración súbita ni un entusiasmo de última hora. A lo largo de los últimos años son numerosos los relatos y reflexiones que plasmó en un papel o un cuadernillo que siempre, con algo de pudor, regalaba a sus amigos. Sus escritos, normalmente desenfadados y alegres, solían matizarse también con reflexiones más profundas sobre los sucesos históricos pasados y actuales, las costumbres y la evolución, en muchos aspectos negativa, de nuestra sociedad.
Varios de ellos aterrizaron en alguno de los tomos de la colección “Horas de Losa” que le debemos agradecer a nuestro amigo Sergio Barriga K., Presidente del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile, otros enriquecieron la página web de nuestra Asociación de Pilotos en Retiro de Lan Chile y uno muy especial es un compendio de un tiraje muy reducido que le regaló a sus amigos del “café de los sábados”, bajo el festivo e intencionado seudónimo de Eduardo Barrueto Plaza de los Reyes y que en mi caso, guardo con el especial cariño que uno tiene por una valiosa rareza filatélica.

Pero no es nuestro propósito entrar en el detalle de la trayectoria, ni de las formas ni del fondo de la producción de nuestro piloto escribidor. Más bien quisiéramos que se nos permita  dirigir unas palabras y honrar hoy al amigo.
A nuestro querido amigo Amaro,
Héctor Amaro, para ser más preciso,
hijo de Juan Bamón Cortés,
Eduardo Barruel Plaza de los Reyes, para ser más preciso,
quien fuera autor de la increíble, pero cierta, auto – novela: “YO…. FUI EL MUERTO” y cuya lectura previa es por supuesto indispensable, para entender este enredo de nombres.

Junto con dejar en suspenso el misterioso trasfondo de ese libro del auténtico Eduardo Barruel Plaza de los Reyes, dejaremos establecido en todo caso, que tú Amaro, eres, en cuanto a prosa y a otros rasgos de tu personalidad, en cierto modo “hijo de tigre”.

Si bien el punto de partida de tu vida no fue la gigantesca explosión de un polvorín del Ejército en 1924, ni tampoco en tus días más difíciles tuviste que pasar por el purgatorio que significa ser hasta peón de campo, en una época de gran cesantía, hay rasgos que te identifican con tu progenitor: Tu sensibilidad, tu humanidad, tu transparencia y la seriedad en todos tus emprendimientos. Además, comparten un tremendo corazón deseoso de transmitir, sin mucho ruido, uno, la extraordinaria experiencia de su azarosa vida y el otro, la fascinante experiencia de volar, plasmada en el libro que hoy se presenta.

Seguramente reconocerás humildemente que nunca pudiste emular al “papá tigre” en cuanto a poesías, ni superarlo en ingenio. Sin embargo ambos coincidieron en no lograr alcanzar algunas metas que para cada uno fueron emblemáticas. Si bien tu padre ideó un original método para enseñar a los niños las matemáticas y la lectura, reconocido y avalado por educadores importantes de la época, su iniciativa naufragó en la impenetrable maraña de la burocracia del Estado; así tu también, siendo por años un incansable luchador por establecer justicia en la situación previsional desmedrada de gran parte de los pilotos Lan jubilados como funcionarios del Estado, tu experiencia fue tan amarga como la de tu padre: las innumerables gestiones fracasaron hasta el día de hoy, por las inconsecuencias de las leyes y la indiferencia de las autoridades administrativas de los últimos 40 años.

Pero, en fin, haciéndonos eco de un dicho tuyo que sueles usar para marcar un punto aparte y que incluso ha sido actualizado hace poco, públicamente, diremos nosotros también -Y ahora a otra cosa mariposa -.

Con acierto, Federico Gana Johnson dice que el libro “Volar, una profesión fascinante” nace de un hombre que da testimonio de su bonhomía a través de sus cuentos y por cuyo buen humor valía la pena apostar. Creemos que el más sorprendido por la apuesta en que se embarcaba Federico Gana tan decididamente, fue el mismo Amaro. Se habían conocido personalmente apenas, en una reunión de no más de 40 minutos y sin embargo el editor logra retratarlo, en la presentación de su libro, como lo habría hecho su mejor y más cercano amigo. Captó al instante que la capacidad de sembrar amistad era una de sus principales virtudes.

Amaro nos confidenció que no tuvo la pretensión de escribir precisamente un best seller, ni de llenarse de laureles literarios; más bien, quería ofrecerse generosamente con su testimonio de aviador, a sus colegas, amigos y por supuesto a su entorno familiar más cercano. Pero la certera descripción de Federico Gana le reveló, que sin querer, su sincera y desinteresada siembra había sido nuevamente fructífera. Y así fue como, tras un circunspecto trato inicial de don Amaro y don Federico, terminaron con un Amaro y un Federico a secas, ese que distingue a los verdaderos y buenos amigos. Y no se trata que Amaro haya perseguido a lo largo de su vida ser el hombre de un millón de amigos. Su siembra de amistad siempre le ha fluido con desinterés, sencillez y naturalidad.

Lo conocimos en 1956 recién ingresados a Lan como copiloto. Amaro era ya un joven Capitán de DC-3. Compartimos por años la profesión volando juntos los DC-3, los DC-6, los Boeing – 727 y los Boeing – 707, sin haber desarrollado más lazos de amistad que los que se generan compartiendo el mismo y estrecho lugar de trabajo, como es la cabina de pilotos. En aquella época la distancia entre el Capitán y el Copiloto solía ser muy grande, a veces enorme, casi insalvable. Era un factor que los copilotos medían y sufrían con distinta intensidad, vuelo a vuelo. Por eso que la lectura del Rol de Vuelo mensual, era una especie de gráfico de la felicidad. A más vuelos con Capitanes como Amaro, más felicidad y viceversa. Un vuelo con Amaro nunca sería una decepción, sino la oportunidad de gozarlo plenamente, salvo cuando se confabulaba con el copiloto para hacer sufrir con alguna diablura a un miembro de su tripulación.

Sin embargo, la verdadera amistad con él nació mucho mas tarde, no más de unos diez o quince años atrás. Son los años en que por alejamiento de los compromisos laborales tendemos a estrechar lazos que estaban a medio atar o derechamente a iniciar la búsqueda de una especie de almas gemelas; de la exploración de nuevos horizontes de práctica de la amistad. Es un proceso, casi de supervivencia, que muchos no se deciden a emprender, causándose un daño que sólo alcanzan a dimensionar cuando ya es demasiado tarde.

Nos cautivó la generosidad y el desprendimiento con que Amaro reunía a su alrededor a colegas y amigos de carácter muy diverso, gracias a su simpatía, transparencia y lealtad. Descubrimos en él a un muy especial sembrador de amistad, un referente de varios grupos a que pertenece, desde el de sus compañeros del Instituto Nacional y de la Escuela de Aviación, al de sus colegas de Lan y otros de composición bien heterogénea. En todos ellos es particularmente admirado y querido, porque reconocen en él al hombre que con perseverancia e incluso con sacrificio, es capaz de invitar y de convocar sin restricciones ni otras intenciones, que dar la oportunidad a otros a sumarse y seguir su ejemplo.

Amaro transmite alegría de vivir, alegría de recordar e incluso alegría de seguir soñando. Un ejemplo concreto es su libro “Volar, una profesión fascinante”. Además es un hombre que a lo largo de su vida se ha tomado muy en serio aquello de ejercer la virtud cristiana de la caridad, no obstante declarar no profesar dicha fe. En sus momentos difíciles de aviador, prefería invocar a San Lan, dejando a otros, preferir encomendarse, según él, a Don Jecho, como suele referirse coloquialmente a nuestro Señor Jesucristo. No deja de ser una paradoja que una vida tan plena de alegría y de amor cristiano, aparezca luciendo este rasgo de incredulidad. Claro que tampoco hay que olvidar el anverso de la paradoja, ahí donde están todos aquellos crédulos incapaces de acercarse en nombre de Cristo y así ayudar a que otros también se sientan interpretados por el amor de Dios. Un tema trascendente que no debiera estar ausente en ninguna relación de amistad, un diálogo abierto sobre lo humano y lo divino, sobre lo natural y lo sobrenatural, que nos enriquece y suele dar sentido especialmente, a la adversidad en la vida.

Al respecto, sólo quisieramos, por ahora, decirte Amaro, que de todos tus buenos amigos hay uno muy especial que desde siempre te ha extendido sus manos, esperando pacientemente ser acogido. Es el que te ofrece esa alegría y esa esperanza que ninguno de nosotros, que nos preciamos de ser tus buenos amigos, te podemos garantizar. Si bien la alegría es fruto de la amistad y del amor humano, no siempre este último basta para prolongar la alegría indefinidamente a lo largo de toda nuestra existencia.

Querido amigo, en nombre de todos los que te hemos acompañado y seguido en tus afanes de acrecentar nuestra amistad, los que has deleitado con tus entretenidas vivencias como aviador, nos permitimos darte las gracias por regalarnos este momento de culminación de uno más, de los exitosos proyectos que has emprendido a lo largo de tu fecunda vida.
Gracias Amaro,

y que ese otro Amigo, ese con A mayúscula, ese de la imagen de los brazos abiertos y aunque separado de su cruz, como tu padre se lo pedía en una carta, bien intencionada por cierto, al Papa Pablo VI, ese que sin embargo imperturbable, sin renegar de su redentora cruz, le sigue hoy extendiendo a toda la humanidad sus manos, nos regale y conserve a un Amaro por mucho tiempo, a un Amaro cuya voz y cuya pluma siga siendo para todos nosotros, pregonera de amistad y amor por la aviación.”

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2 Comments

Pedro Avalos · Febrero 17, 2017 at 10:08 am

Amaro, apenas recuerdo de el, haber sabido del piloto hijo de Juan Bamón,(Barruel) su padre, el amigo de mi padre que nombraba con afecto alabando su larga zancada al caminar, su vida desdoblada detrás de esa explosión y viaje forzado a Argentina para volver mucho después con esa identidad diferente a la nativa.
Mi padre y Juan Barruel ya no viven, Amaro a estas alturas inagino aun en esta tierra, quizá sobre los ochenta y tantos años y yo, ayer no mas recordaba con mi hermano a su padre.
Huellas de la vida buena.

Julio Matthei Sch. · Febrero 17, 2017 at 2:26 pm

Estimado Pedro:
Todos recordamos con un muy especial cariño a Amaro. Lamentablemente nos dejó un tremendo vacío al partir en 2012 (ver en sección Obituario 15 Ago 2012 de esta página). Fue un gran colaborador de nuestra asociación y fue autor y protagonista de muchos contenidos de nuestra página con su particular chispa y originalidad. Gracias en todo caso, por su amable recuerdo de un gran piloto y una mejor persona.

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