Con profundo pesar comunicamos el sensible fallecimiento de nuestro querido asociado y Comandante.  Sus funerales se efectuaron  en el Cementerio Parque del Recuerdo, después de una misa que se ofició  en la iglesia Inmaculada Concepción de Vitacura (Av. Vitacura 3705).

A pesar de haberse dedicado  en plenitud a la explotación de su campo familiar  tras dejar de lado los aviones, Eugenio es recordado porr la huella que dejó a lo largo de  su fructífera labor como piloto, instructor y Gerente en diversas empresas aéreas e instituciones, entre las que destaca su desempeño en la DGAC. (Ver sección ALMA MATER. Curso 1951).

Vayan especialmente para  Josefina, sus hijos y los hermanos de Eugenio  nuestras más sentidas condolencias.

Categories: Obituario

2 Comments

Pablo Hafemann Fuentes · Agosto 29, 2019 at 2:38 am

Fue mi instructor de la transición del Avro a B- 727.
Un tipo cálido ,ayudando a formar a jóvenes que veníamos de la hélice.
Lo secundaba Leonidas Medina en esa tarea ,para ambos mi reconocimiento.
Hasta siempre Don Eugenio,su calidad de piloto y perdona perdurarán en nuestros recuerdos de Lan.

Sergio Barriga · Septiembre 3, 2019 at 4:15 pm

Eugenio Herrera Correa
“Los años van pasando…”
Cuando recibí el correo mediante el cual don Julio Matthei había tenido la gentileza de comunicarme la triste noticia de la muerte de don Eugenio, vino a mi mente lo que tantas veces escuchara decir al General Diego Barros Ortiz, en nuestras frecuentes reuniones efectuadas en aquellos largos atardeceres de invierno en su señorial caserón de Avenida Brown Sur.
Sí, el mismo donde hoy se erige un imponente edificio denominado “Don Diego”. Es que el paso del tiempo todo lo cambia y la fisonomía de los barrios ya no es la misma. La vieja casona cayó bajo el peso de la picota y sobre sus cimientos se construyó un edificio. Mi amigo, me decía el anciano general mientras revisábamos viejas fotografías; “Los años van pasando y las filas se van raleando…”
Perteneciente al Curso de Cadetes 1951-53 de la Escuela de Aviación, en 1957 cuando en nuestro país se había puesto término al monopolio, que la Línea Aérea Nacional hasta entonces ostentara sobre el cabotaje aéreo en cielos chilenos, junto a otros camaradas se acogió a retiro de la Fuerza Aérea ingresando a una de las aerolíneas que en aquel entonces se crearan y les ofreciera un esplendoroso porvenir. Empresa que, para mala suerte de ellos, al poco tiempo quebró, debiendo por un lapso enfrentar un incierto futuro.
Sin embargo, por sus cualidades profesionales y personales, fue contratado en la Línea Aérea
Nacional, en la cual cumplió una brillante carrera, debiendo tener que aceptar el dejar los aviones con el grado de Comandante de Aeronave, cuando por su edad, la reglamentación aeronáutica vigente así lo dispuso.
No obstante, la misma LAN-CHILE, nombre que había pasado a ostentar la Línea Aérea Nacional, lo contrató en labores gerenciales, cargos que ejerció con el profesionalismo que le era reconocido y que a la postre llevaron a la Dirección General de Aeronáutica Civil a integrarlo a su planta, nombrándolo Subdirector de Operaciones. Puesto en que se ganó el aprecio de todos los aviadores civiles, deportivos y comerciales, que en él siempre encontraron la persona justa para atender sus necesidades, o ir a presentar sus descargos por faltas cometidas contra la reglamentación.
Yo que tuve en suerte trabajar bajo sus órdenes, nunca vi salir a nadie de su oficina reclamando por el trato recibido, o por una medida adoptada, lo que por cierto no era extraño sucediera en el ámbito de la autoridad aeronáutica. Por sus labores, supo de la existencia de nuestro Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile y en muchas oportunidades a él recurrimos en busca de consejo o ayuda.
Fue durante la elaboración de un trabajo histórico sobre ciertos bimotores que habían prestado servicios en nuestro país, en que surgió la duda sobre el número de ellos que habían prestado servicios en una ya desaparecida aerolínea y una vez más a él recurrimos. Señalándonos con
seguridad que faltaba uno arrendado a una empresa extranjera, dándonos sus características especiales y el apodo con que dicha aeronave era conocida en la compañía y para sorpresa nuestra, nos indicó que tenía dudas si habían sido dos los aviones arrendados en el extranjero.
Como en aquel entonces los arriendos no eran inscritos en el Registro Nacional de Aeronaves, aquella instancia no nos sirvió de fuente de consulta, pero a la postre en documentación extranjera pudimos dar con aquel añoso C-46 y con ello nos dimos por satisfechos. El trabajo se concretó en un pequeño libro y con respecto a la posibilidad que hubieran sido dos los aviones arrendados, la descartamos.
Por su parte, cuando consideró que su labor en el campo de la aviación estaba cumplida, silenciosamente dijo adiós dedicándose a trabajar con ahínco en un pequeño campo que poseía.
Desde entonces nuestro contacto con él se hizo un tanto esporádico, pero sin falta, para Navidad recibíamos un saludo suyo, con sus mejores deseos para el año que se iniciaba.
Cuando en cierta oportunidad, extrañados de no recibir aquella pequeña tarjeta inquirimos, detalles, nos enteramos que su salud era delicada. Cosas del destino, fue buscando otros antecedentes, que un buen día se confirmó la razonable duda que don Eugenio tuviera sobre si habían sido dos las aeronaves arrendadas, apareciendo la información que acreditaba que efectivamente habían sido dos.
Como un gesto de cortesía hacia su persona, tratamos de hablar con él para darle a conocer en todo lo que valía para un historiador, aquel hallazgo. Con pesar debimos asumir la realidad que ya no estaba en condiciones de atender llamados.
El día de sus funerales, el templo estaba repleto de gente que lo conociera y apreciara, resaltando aviadores de todos los estratos de la aviación chilena, civil y militar. Elocuentes fueron las palabras de despedida que al término de la misa se escucharan y motivaran que silenciosamente, porfiadas lágrimas resbalaran por rostros curtidos.
Por nuestra parte, con pena cierta en el corazón nos alejamos tras ver partir el silente cortejo rumbo al camposanto, meditando aquello de “Los años van pasando y las filas se van raleando”.
Sergio Barriga Kreft -Revista Aerohistoria del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile – Agosto 2019

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