(Extraído de la Historia Aeronáutica de Chile de Enrique Flores – 1950)

“Porque la aviación revolucionará a los hombres y al mundo, ¡tengamos aviación!”

Clodomiro Figueroa Ponce, junto con el Teniente Eduardo Molina Lavin (primer aviador nacional y oficial del Ejército en servicio activo que vuela en el país) y Luis Alberto Acevedo (primer mártir de la aviación nacional) conforman el trío de aviadores más exitosos, en nuestros inicios como país aéreo. Don Clodomiro era indiscutiblemente el más popular y estuvo vinculado por más tiempo al desarrollo de la aeronáutica en Chile desde sus comienzos. Su labor fue múltiple corno piloto, constructor de aeroplanos, director de una escuela de aviación propia, piloto de prueba y de correo, protagonista de espectaculares accidentes, pero tambien de grandes hazañas. Es difícil encontrar en el mundo un personaje comparable a Figueroa por su vocación aérea, perseverancia y espíritu de lucha para cumplir el mandato de su gran destino corno hombre del aire que siempre deseó para Chile la mejor aviación.

Clodomiro Figueroa nació con alma de aviador. Sus primeros años transcurrieron sin que nadie presagiara lo que el destino le tenía reservado hasta que llegó el piloto – aviador italiano BartoloméCattaneo, inspirador de los aviadores chilenos, llega a Chile, gracias a la gestión del empresario teatralItalo Riderelli. Cattaneo entusiasmó a un numeroso público con la presentación en su monoplanoBleriot de 50 HP sobre el Parque Cousiño el 25 de Diciembre de 1910. Fue entonces cuando Figueroa sintió “un deseo indefinible de imitar al hombre-pájaro que, con maestría incomparable, se cernía corno un cóndor sobre el espacio”. Una emoción profunda se apoderó de su espíritu al contemplar el vuelo de la “máquina alada” de Cattaneo que, “con el eco de su motor parecía querer anunciar a la humanidad que el tercer elemento había sido dominado por la inteligencia del hombre”. (Del libreto “Cómo me hice aviador” de Clodomiro Figueroa).

Ante la evidencia de los hitos de Cattaneo y Figueroa no pudo soportar más el peso de su monótona vida tras el mostrador de un almacén y, liquidando los escasos bienes que poseía, se unió a su primo, Manuel J. Fernández, para formar una Sociedad de Aviación.

Pero luego de presenciar los vuelos de Acevedo, los primeros éxitos y también sufrir los primeros fracasos económicos compartidos con la Sociedad que organizara, Figueroa resolvió emprender viaje a Francia, para aprender a volar e incorporarse en forma activa a la lucha por la conquista del aire, a costa de cualquier sacrificio. Soportando las penurias de veintitrés días de navegación en tercera clase de un vapor, Figueroa cruzó el Atlántico y llegó a Génova. Sin pérdida de tiempo se dirigió a París, donde, con escasos francos y solamente el castellano como idioma, tomó contacto con las personas que podían ayudarlo a ingresar a una Escuela de Aviación.

El 17 de octubre de 1912, en una fría mañana de otoño, Figueroa recibió las primeras lecciones de aviación en el campo de Etampes. El instructor “monsieur” Ferdinand Collin dio a conocer a su alumno la teoría del manejo del “Pingüino”: aparato de alas muy cortas para rodar en línea recta.

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Al cabo de cuatro días, Figueroa dominó completamente el referido ”Pingüino” y estuvo en condiciones de continuar la segunda etapa de instrucción en unBleriot, motor Anzani de 35 HP., en el cual efectuó su primer vuelo, con toda felicidad, el 21 de Octubre, batiendo un verdadero record por la rapidez de aprendizaje.

Clodomiro Figueroa durante su aprendizaje de vuelo en la escuela Bleriot de Etampes

Después de algunos días de lluvia, el 2 de Noviembre se reiniciaron las actividades aéreas en la Escuela de Etampes, correspondiendo a Figueroa efectuar un segundo vuelo. Ante el asombro general, el aviador chileno evolucionó con el Bleriot-Anzani en todas direcciones y a cuarenta metros de altura, como el más consumado de los pilotos.

Las prácticas del novel aviador continuaron sin novedad durante tres días consecutivos, al cabo de los cuales “monsieur” Collin llamó a Figueroa para decirle, en mal castellano: “Usted ya está ya un piloto”. Como el tiempo apremiaba y los francos se concluían, Figueroa solicitó la autorización para presentarse ante la Comisión del Aero Club de Francia, rindiendo el 6 de Noviembre, en un solo día, las pruebas exigidas para obtener el ansiado brevet de piloto aviador. Esta hazaña, de haber aprendido él volar en nueve días escasos de instrucción, fue la primera de una serie gloriosa cumplida por Clodomiro Figueroa durante su aprendizaje de vuelo en el transcurso de su vida aeronáutica.

Antes. de emprender el regreso a Chile, Figueroa contrató al jefe de los mecánicos de la Escuela Militar de Aviación de Etampes, el joven “caporal” Henri Goudou, y con él se embarcó desde Marsella, el 20 de Noviembre, rumbo a Buenos Aires. Después de navegar nuevamente en tercera clase, ambos viajeros llegaron a la capital argentina el 7 de Diciembre de 1912. Al día siguiente continuaron a Chile viéndose obligado Figueroa a ofrecer en prenda su reloj de oro y equipaje, por falta de dinero para cubrir los gastos de pasaje en el transandino. Manuel J. Fernández, el inseparable compañero de Figueroa, fue a su encuentro a Los Andes, a fin de allanar las dificultades surgidas a los viajeros.

Los propósitos de Figueroa de llevar a cabo exhibiciones aéreas, luego de su llegada a Santiago, y demostrar a sus compatriotas los conocimientos adquiridos en Francia, se vieron frustrados por el grave accidente ocurrido al aviador Acevedo, días antes, en el Hipódromo Chile, en que destruyó casi totalmente el aparato comprado por la “Sociedad de Aviación” en Francia y en la cual Figueroa tenía invertido un fuerte capital.

Pero en Diciembre de 1912 Figueroa recibe el ofrecimiento de los hermanos Copetta, para reparar el monoplano Bleriot destruido por Stoeckel en su fracasado intento de Batuco, cuando no pudo elevarse por falta de potencia del motor. Aprovechando los restos de este aparato y el motor Gnome de 50 HP del Bleriot “Circuito Europeo” que destruyera Acevedo en el Hipódromo Chile días antes, Figueroa dio vida a un aparato criollo, mitad francés y mitad chileno, que bautizó con el sugestivo nombre de “Caupolicán”. Luego de algunos ensayos con éxito en Batuco el 18 de Febrero de 1913, el popular aviador, que tantas glorias diera a Chile en el transcurso de su vida dedicada a la aviación, unió aBatuco con Santiago en treinta minutos de vuelo, aterrizando en el Parque Cousiño a las 08:25 hrs., después de sobrevolar gallardamente la Virgen de la Inmaculada Concepción del San Cristóbal, a 1500 metros de altura. Un público numeroso aclamó a Figueroa a su descenso en la elipse del Parque, acompañando en triunfo al aviador hasta las calles céntricas de Santiago. Con este vuelo, Figueroa cumplió el primer raid efectuado en territorio chileno y se adjudicó los record nacionales de altura y distancia.

Es fácil comprender la inmensa popularidad que Figueroa se conquistó con tal prueba, fortalecida aún mas cuando cometió la heroica empresa de unir Batuco, Viña del Mar y Santiago en un solo vuelo, hazaña sin precedentes en nuestra historia aeronáutica, por las precarias condiciones del aparato empleado.

Desde su llegada al país, Figueroa anheló ser el primero en unir dos principales ciudades Santiago y Valparaíso por la vía aérea. Múltiples fueron las dificultades con que tropezó, constituyendo la principal de todas el accidente sufrido al caer sobre una casa en calle Ejército N° 678, días antes de la fecha fijada para la realización de esta prueba. En el referido accidente el “Caupolicán” resultó bastante deteriorado, viéndose Figueroa en la necesidad de trabajar intensamente para dejar el Bleriot en condiciones de vuelo en un tiempo mínimo, antes de que otros aviadores cumplieran la hazaña cuya prioridad anhelaba para si.

Mientras tanto, a fines de febrero llegaron a Valparaíso los aviadores italianos Napoleón y MiguelRapini, acompañados por su hermana Elena. Ambos aviadores habían sido compañeros de Figueroa en la Escuela Bleriot de Etampes, en Francia. En conocimiento de los proyectos del chileno y ansiosos de conquistar triunfos en abierta competencia con Figueroa, iniciaron los preparativos para unir Viña del Mar y Santiago por la vía aérea. Esta empresa, considerada extremadamente peligrosa por las características de los aviones de la época, fue realizada por Napoleón Rapini el domingo 9 de Marzo de 1913, en el Bleriot de 50 HP “Caroline”, bautizado con este nombre en recuerdo de su novia. Rapinidespegó desde el Sporting Club de Viña del Mar a las 08:15 horas, y luego de cruzar la cadena de cerros ubicada en la ruta a Santiago, a 2.000 mt de altura, aterrizó en el Club Hípico de la capital a las 09:40 horas.

Después de almorzar en Santiago, el aviador italiano alzo el vuelo a las 16:00 horas, cubriendo sin novedad la distancia hasta Viña del Mar en una hora y treinta minutos, conquistando con este memorable doble raid todos los record de aviación que existían en el país.

El vuelo de Rapini despertó los mas entusiastas comentarios públicos, no exentos de natural asentimiento por no haber sido Figueroa el primero en cumplir ésta hazaña. El interés por presenciar actividades aéreas se acrecentó, así como el deseo de fomentar un mayor desarrollo de la aviación, participando de esta inquietud la prensa de Santiago y Valparaíso, que no cesó de estimular a los poderes públicos para que reaccionaran ante la evidencia de la mas notable conquista del siglo: el dominio del aire por el hombre.

En la capital quedó Figueroa mas dispuesto que nunca a vencer, con sus escasos recursos, los obstáculos que se le presentaban para reconquistar los honores del efímero triunfo obtenido en su primer raid Batuco – Santiago. Solicitó por conducto oficial a la naciente aviación militar que se organizaba en Lo Espejo, una hélice y algunos repuestos necesarios para su “Caupolicán”, los que le fueron negados por no estar dispuesto el Ministro de la Guerra auspiciar un suicidio. Ante esta negativa, Figueroa propuso la compra de una hélice a los propios hermanos Rapini, quienes accedieron a su venta en la suma de 400 pesos. Con esta facilidad otorgada por los aviadores italianos, Figueroa estuvo en condiciones de emprender en el “Caupolicán” el raid Batuco – Santiago –Batuco, que llevó a cabo en una hora y veinte minutos de vuelo, el 23 de Marzo, quedando listo para realizar, dos días mas tarde, el raid sin etapas Batuco – Valparaíso – Santiago, con el cual conquistó todos los record de distancia establecidos en Chile y en América.

La distancia de 300 km que media entre estos puntos, cubierta en 3 horas 15 minutos, constituyó una experiencia atrevida para Figueroa, de la cual supo salir airoso. La cantidad de 80 litros de bencina y 35 de aceite, mas 75 kg de peso de Figueroa, sobrepasaba en 40 kg la capacidad total del “Caupolicán”. El éxito del raid dependía de la posibilidad de que el aparato se elevara desde Batucocon este exceso de peso y de que el motor resistiera un funcionamiento normal continuado durante el tiempo calculado para el vuelo.

Con gran júbilo y fervientes deseos de buena suerte, el escaso público reunido en Batuco, al amanecer del 25 de Marzo de 1913, brindó un cálido homenaje de despedida a Figueroa en los momentos de elevarse. Luego de dar tres vueltas por sobre el aeródromo, virando a la derecha, el “Caupolicán” alcanzó 500 metros de altura, perdiéndose en la ruta de la vía férrea a Valparaíso. Su paso por las estaciones fue saludado por numeroso público, agrupado en cada una de ellas para presencia el vuelo.

El telégrafo se encargó de transmitir despachos sobre el desarrollo de la prueba, la que fue seguida con gran entusiasmo por la gran masa de la población de Santiago y Valparaíso.

Luego de sobrevolar Viña del Mar, donde el piloto dejó caer una carta para los hermanos Miguel y Napoleón Rapini, quienes ese día se embarcaban rumbo al norte, Figueroa se dirigió a Valparaíso, llegando hasta Playa Ancha. Sobre la ciudad, cuyas calles y cerros se veían prácticamente invadidos por el gentío que aplaudía sin reservas a Figueroa, dejó caer otro sobre con un mensaje de saludo a la prensa porteña. Desde allí continuó a Santiago por la ruta Casablanca y Curacavi, pueblos que sobrevoló a una altura superiora 1.000 mt.

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Clodomiro Figueroa en el “Caupolicán” con el que efectuó el 25 de marzo de 1913 el circuito Batuco – Valparaíso – Santiago en 3 horas y 15 minutos

A medida que en Santiago se supo el feliz desarrollo del raid, una masa gigantesca de público se desbordó hacia la elipse del Parque Cousiño, empleando todos los medios de locomoción posibles para recibir a Figueroa al término del vuelo. Con gran dificultad, la policía logró despejar un espacio para el aterrizaje seguro del “Caupolicán”, maniobra que el piloto ejecutó sin dificultad a las 11:10 de la mañana.

En medio de una ovación delirante de miles de admiradores, Figueroa subió a un automóvil, y seguido por una caravana interminable de personas en coches, bicicletas y a pie, se dirigió por Ejército, Alameda y Estado, hasta la Plaza de Armas. Pocas veces se había tributado una recepción semejante como la brindada por el pueblo de Santiago al aviador Clodomiro Figueroa en esa ocasión. En un restaurante central se le ofreció una copa de champaña, con participación de quien pudo entrar al local, sin limitación de número ni de clase. En un discurso vibrante de patriotismo, Figueroa explicó el significado del vuelo que acababa de realizar, recalcando la importancia de haber recuperado para la aviación chilena el record de distancia conquistado por el aviador italiano Napoleón Rapini con el vuelo entre Valparaíso y Santiago, algunos días antes. Después de anunciar una conferencia pública en un teatro de la capital, para narrar las impresiones del vuelo, se retiró a su casa a descansar de las emociones y fatigas del viaje.

La presentación de Figueroa, llevada a cabo en el teatro Santiago el 29 de Marzo, durante la cual dio lectura a la conferencia titulada “Como me hice aviador”, dejó margen a que se hiciera objeto al aviador de las mas vivas demostraciones de admiración y simpatía. Figueroa se presentó al proscenio en tenida característica de aviador, con chaqueta cazador, pantalón de montar y polainas de genero, a la usanza de la mayoría de los aviadores franceses de la época. Una buena orquesta amenizó el acto, durante el cual gentiles damas distribuyeron la conferencia impresa que dictaba Figueroa. El espectáculo de aquella noche fue inolvidable para los grandes fanáticos de la aviación la inmensa felicidad que experimentaron al conocer al héroe máximo con que contaba Chile en esa época.

Después de cumplir el brillante vuelo Batuco – Valparaíso – Santiago, reconocido en el continente como el record sudamericano de distancia, Figueroa se dedicó a efectuar algunas exhibiciones aéreas para satisfacer el interés del público por presenciar sus vuelos.

El 30 de Marzo de 1913 ofreció una primera demostración en el Parque Cousiño ante entusiastas admiradores que aplaudieron clamorosamente los espectaculares virajes ejecutados a muy baja altura y sin salirse del recinto de la elipse.

En los primeros días de abril, Figueroa se trasladó por vía férrea a Valparaíso, con su avión. Anunciado profusamente por la prensa, el viaje desde la Estación Mapocho hasta el Puerto constituyó toda una apoteosis. En cada estación, Figueroa fue instado a hacer uso de la palabra, mientras en avalancha incontenible, el público curioso se acercaba hasta la ventanilla del tren para sentirse más próximo al héroe máximo de la aviación que tenía Chile en esos días.

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Caricatura de Figueroa compuesta por el médico Arturo O´Brien W. y el suboficial mayor Eduardo Barros S.

Los agasajos en Valparaíso se sucedieron en un ambiente de sano patriotismo, culminando con la feliz idea de obsequiar a Figueroa un avión adquirido por suscripción popular, para llevar a cabo la travesía de la Cordillera de los Andes.

Alternado con los festejos, el aviador ofreció algunas exhibiciones aérea en el Sporting Club de Viña del Mar, en combinación con los programas de carreras.

Cuando Luis Alberto Acevedo murió en el Bío-Bío, el domingo 13 de Abril, Figueroa se encontraba aún en Valparaíso y conoció la noticia de tan lamentable desgracia momentos antes de iniciar una exhibición en el Sporting. Procedió a enlutar su avión con crespones negros en las alas, ofreciendo el producto de las entradas de esa tarde a la viuda del mártir.

Pasados los primeros días de duelo nacional, Figueroa resolvió emprender una jira al sur en el “Caupolicán”, llegando sólo hasta Talca donde en una exhibición aérea realizada en la Quinta Agrícola local, sufrió un accidente por haberse precipitado en una zanja en los momentos de elevarse.

El 20 de Mayo Figueroa volaba, con su avión refaccionado, en el Club Hípico de Santiago. Aprovechando el buen tiempo de la zona central, el popular aviador emprendió el 25 de Mayo, una corta jira por Los Andes, San, Felipe y Nogales, ofreciendo exhibiciones aéreas, que despertaron enorme interés entre los pobladores, principalmente en Nogales, lugar de su nacimiento y donde vivía su madre.

A mediados de junio, Figueroa resolvió trasladarse al Perú, con el objeto de participar, como delegado obrero del movimiento de confraternidad peruano-chileno, a desarrollarse a fines de junio en Lima.

Luego de embarcar el “Caupolicán” en Valparaíso, se dirigió al Norte, deteniéndose en Coquimbo y Antofagasta donde ofreció algunos vuelos que le reportaron un gran beneficio económico y pródigas atenciones.

A fines de julio llegó al Callao, desde donde trasladó por tierra su avión hasta el Hipódromo de Santa Beatriz, en Lima. En diferentes días ofreció cuatro exhibiciones, en las cuales Figueroa hizo gala de pericia y valentía, siendo aclamado entusiastamente por el pueblo peruano.

En la capital de los virreyes, el aviador visitó al Presidente del Perú, Guillermo Billinghurst, gran amigo de Chile, quien tuvo palabras encomiásticas para la obra de divulgación y de acercamiento espiritual entre los dos pueblos llevado a cabo por Figueroa como aviador y como delegado obrero de su país.

Tanto .los gastos de permanencia en Lima como los del viaje fueron pagados en su totalidad. por el gobierno peruano, comprometiendo la gratitud de Figueroa, quien supo corresponder con una leal y entusiasta labor de propaganda por el movimiento de confraternidad peruano-chilena que representaba.

Terminada con todo éxito la jira por Lima, Figueroa regresó al país en Agosto. Se detuvo en Antofagasta, iniciando una serie de exhibiciones por la pampa. Mientras trasladaba su avión por vía férrea desde la Oficina Rosario a Antofagasta, se quemó un cargamento de salitre del tren a causa de una chispa que saltó desde la locomotora a uno de los carros. El fuego se propagó rápidamente alcanzando al “Caupolicán”, a pesar de los esfuerzos de Figueroa y de algunos empleados por salvar el aparato. Con riesgo inminente de ser presa de las llamas, el aviador logró arrojar el avión desde el carro a la orilla de la línea férrea, golpeándose fuertemente contra el suelo. Se salvó sólo el motor, mientras el glorioso “Caupolicán” era consumido enteramente por el fuego.

Formado para la lucha, aún contra las peores contingencias, Figueroa no se desanimó, recibiendo la justa compensación de su desgracia cuando llegó a Valparaíso a bordo del vapor “Imperial”. Allí supo que los porteños tenían listo para entregar al aviador, como obsequio un flamante Bleriot con motorAnzani de 80 HP, con el fin de que intentara la travesía de los Andes. Este aparato se encontraba en aduana desde hacía algún tiempo, esperando ser entregado a la aviación militar. Conocedores del lamentable percance ocurrido a Figueroa en el norte, los organizadores de la subscripción no titubearon en obsequiar al popular aviador civil el aparato en referencia.

Después de una sencilla ceremonia realizada en el Sporting Club de Viña del Mar, afines de Septiembre de 1913, el nuevo Bleriot quedó bautizado con el nombre de “Valparaíso”. El 30 de Septiembre Figueroa realizó el vuelo Viña del Mar – Lo Espejo con todo éxito en una hora de vuelo, comprobando las óptimas cualidades del nuevo aparato.

Tras algunas exhibiciones aisladas en Santiago, el aviador instaló su propio taller de reparaciones de aeroplanos en la calle Almirante Barroso 50, y más tarde en San Miguel 160, con las economías reunidas en las actividades de los últimos meses.

En estos talleres Figueroa inició la construcción de nuevos aviones, el primero de los cuales fue armado con los restos del “Caupolicán” y el motor Gnome de 50 HP. adquirido por el aviador en Lima a los hermanos Rapini, que pertenecía al Bleriot “Caroline” destruido por Miguel Rapini en Viña del Mar en su jira por Chile. Surgió así el  “Lautaro”, que Figueroa vendió en $ 20.000 al nuevo aviador civil chileno Emilio Castro Ramírez, llegado al país en noviembre de 1913.

El éxito obtenido en este nuevo campo de actividades estimuló a Figueroa a seguir construyendo otros aparatos que, como el “Fresia” y el “Tucapel”, constituyeron verdaderas revelaciones en cuanto a la capacidad creadora del popular aviador. El avión “Tucapel” diseñado por Figueroa y construido por su mecánico Goudou, aumentó su prestigio al demostrar sus capacidades acrobáticas en las manos del piloto Eleodoro Rojas, formado inicialmente en la aviación militar como sargento.

A fin de poder dar un mayor desenvolvimiento a su industria, dejó a cargo exclusivo de las construcciones de aeroplanos a su leal y eficiente mecánico Goudou, contratando los servicios del mecánico francés Dambez para acompañarlo en sus jiras dentro y fuera del país.

Además de los trabajos de construcción, Figueroa reparaba en sus talleres los desperfectos causados a sus propios aviones en las exhibiciones que efectuaban tanto él como Emilio Castro, y más tarde,Eleodoro Rojas. También recurrió a sus talleres el aviador David Fuentes, poseedor de un Bleriottándem de 80 HP.


1 Comment

Sergio Aspe · Marzo 22, 2018 at 4:58 pm

Orgullo de tener a un pionero de la aviación de nogales….mi tierra natal

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