Nuestro asociado Max Astorga nos envió y recomienda “tararear con ritmo de tango” estos versos que forman parte de un extracto temático de la pintoresca obra Fumigando, de Vicente Bonvissuto. En las 169 páginas de sextetos al estilo romance, el autor aconseja a su hijo – que por lo visto también desea ser piloto- sobre temas varios que abarcan desde cómo llevarse con las personas, cómo despegar, mantener el motor, cuidar el avión, realizar las mezclas de insecticida para tal o cual cosecha, hasta reflexiones sobre la maravilla de volar. Esperamos que les robe alguna sonrisa.

 

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Si no te invadiera el alma
al sentarte en el avión
esa extraña sensación
de saberte transformado,
será que no estás creado
para esta profesión.
No te olvides que el avión
se desplaza por el aire;
lo hace esbelto, con donaire,
pero no tiene conciencia.
Pilotéalo con prudencia
y no molestes a nadie.
Comentar con aviadores
las incidencias del vuelo,
podrá descorrer el velo
de una duda que te invade,
pero buscá al que más sabe
y encarálo sin recelo.
Siempre te sobre en los tanques
combustible largamente.
Que tu conducta consciente
sea tu timbre de honor.
Un minuto de control
ahorra horas y gente…
Al avión debés guardarlo
con su nafta y con su aceite
y a la mañana siguiente
en antes que salga el sol,
ponés en marcha el motor
y salís tranquilamente.
No decoles si te intriga
un ruido que no es normal
pues conviene subsanar
los males en su comienzo.
Si bajás a comer pienso
dirán que sos animal.
Si no anda el inyector
o no lo querés usar,
podés el motor cebar
girando “sin – reducido”
y al poner el encendido
seguro que va a arrancar.
Mientras te cargan la nafta
y en la rueda se han parado
mantené el avión frenado,
-no te debés descuidar-
porque podés lastimar
al que se halla encaramado.
Los octanes de la nafta
son una cosa sagrada
que debe ser respetada
por la importancia que tiene;
usar la justa conviene
que por algo fue creada.
Si tiene pocos octanes
se aprecia detonación
porque en lugar de explosión
la mezcla da un martillazo
y el motor se hace pedazos
por desorden de ignición.
En cambio si tiene muchos
despide como una arena
de algo que no se quema
por falta de compresión,
provocando corrosión
con los residuos que quedan.
Cuando el humo sale negro
señal de motor ahogado
por gliceur descalibrado,
nivel, o aguja no cierra,
debido a pelusa o tierra
o flotador arruinado.
A veces también se ahoga
por asiento defectuoso,
o el cebador está ocioso
y hasta se pudo trabar,
o el hielo empieza a formar
sus paredes alevoso.
En cambio si el humo es blanco
está quemándose aceite
y en manera coincidente
se empastarán las bujías;
pueden ser aros o guías,
rayones y otro accidente.
Motor con bujías sucias
se aplasta como resorte,
pues sin adecuado aporte
de chispa a la compresión,
perderás en el avión
capacidad de transporte.
La falta de combustible
la acusa el carburador
que se pone tosedor
y si es rítmica la llama,
quizás el motor reclama
que registres la admisión
Drená el vasito de nafta
porque suele dar sorpresas.
El vapor que se condensa
llega a veces a llenarlo
y a fuerza de no limpiarlo
actúa como represa.
De tal suerte no llega
la nafta al carburador
y se te planta el motor
por un descuido inaudito.
¡Y a nadie le importa un pito
más tarde tu explicación!
Los tanques debés purgarlos
poniendo en línea de vuelo,
que de otro modo -entendélo-
el agua no sacarás
y a poco que decolás
te venís de nuevo al suelo.
¿Qué hacés con los tanques llenos
si el agua les tapa el paso?
Esto es grave -haceme caso-
porque acordáte hijo mío,
que una gota de rocío
puede llevarte al fracaso.
Si se limpia el filtro de aire
con asidua terquedad
para que pueda llegar
el aire al carbudador
calculá cuanto mejor
al de aceite hay que limpiar.
La tierra vuela impalpable
mezclándosele al aceite
y al motor condena a muerte
esa especie de esmeril,
más lo podés prevenir
cambiándolo asiduamente.
Tomá en cuenta estos consejos
cuando drenás el aceite:
al viento no le des frente
porque se ensucia el avión
y es primera condición
que el motor esté caliente.
Para escurrirlo ordenado
corré el avión hacia atrás
y de ese modo evitás
el trabajar en la roña.
Si lo hacés en plataforma
las latas no están de más…
Alzando un poco la cola
el cárter busca nivel
lo cual te permite ver
correr un chorrito más
y con él desalojás
durezas que pueda haber.
Hablar del nivel de aceite
es caer en redundancia
dada la enorme importancia
de toda lubricación;
sin nafta no anda el motor;
sin aceite se desgranza.
Los números del aceite
tienen un significado;
vos usá el recomendado
por quien fabrica el motor:
pesado si hace calor
y en invierno más liviano.
Si no querés derramar
-trasvasando un elemento-
andá levantando lento
para embocar el “agujero”
debiendo poner primero
la lata de cola al viento.
Ajustá bien el tapón
cuando lo hayas removido
sin caer en el olvido
de frenarlo cabalmente.
Gravísimo inconveniente
provoca un tapón perdido.
Usá para estañar tanques
un cobre pre-calentado
en un fueguito alejado
y nunca soplete o llama.
Que esperen los que reclaman
o lo lleven a otro lado.
La nafta requiere llama,
chispa o algo similar,
sinó no se va a inflamar
aunque le tires un pucho.
La pólvora extra-cartucho
se enciende sin explotar.
Pero formándose gases
en los tambores vacíos
alcanza un simple descuido
para hacerlos estallar;
y ahí debés emplear
la suma de lo aprendido.
¡Pero mirá que ironía
que encierran algunas cosas!
la nafta es supercelosa
y explota a gran compresión
sin la presencia ni acción
de más causas insidiosas
Al terminar la campaña
devolverás el avión
en la misma condición
que lo hubieras recibido.
Y hacélo sin mucho ruido
porque es una obligación.
Hay aviones tan maletas
que no valen medio cobre
y aunque entusiasmo te sobre
es fácil que te remaches;
que algunos tienen más parches
que carpa de circo pobre.
Controlá bien los sistemas
por orden de prioridad;
a saber: profundidad,
incidencia y dirección,
alerones y visión,
motor y comodidad.
Un parabrisas bien limpio
es cuestión fundamental;
que tenga diafanidad
y no deforme el paisaje.
El que viendo bien, trabaje,
no tendrá dificultad.
El piloto es al avión
lo que al canto el estribillo,
que sacrifican su brillo
si alguno de ellos amaina.
¡Para qué una hermosa vaina
si no se tiene cuchillo!
Salí con viento de frente
salvo raras ocasiones.
La regla tiene excepciones
que podrás aprovechar
según la necesidad
y tus propias condiciones.
La dirección de los vientos
se aprecia por los molinos
o mirando en los caminos
la tierra que se levanta,
la inclinación de las plantas,
humo y oleaje marino.
Sacrificá si es preciso
la dirección de salida,
que una pista recorrida
y encontrada en buen estado,
suele dar buen resultado
y no se arriesga la vida.
El pasto -si es muy crecido-
no permite decolar,
porque después de arrancar
la máquina no se embala.
Si la pista está muy mala
no es difícil capotar.
En el puesto estacionáte
siempre un poco diagonal,
para poder controlar
la pista de decolaje,
evitando que te ataje
la salida de un animal…
Un monte suele atraer
operando a su costado.
Yo siempre lo he desechado
porque forma turbulencia
y a veces la consecuencia
es un avión arruinado.
No descuides la incidencia
cuando vas a decolar
porque sin contrapesar
los efectos de la carga
la carrera se hace larga
y no podés despegar.
Cuando regreses cargado
por cualquier dificultad,
vas a tener que extremar
todo el cuidado que puedas,
poniendo sobre las ruedas
con motor y suavidad.
No hay duda que sale largo
aterrizar de esta forma,
pero casi es una norma
que se ha generalizado
y usando el modo explicado
el patín no se trastorna.
Más no podés ignorar
el riesgo que hacerlo encierra
si está muy blanda la tierra
o si hay pozos escondidos.
Donde se asienta el descuido
suele reinar la tragedia.
Si recorrés cierto trecho
y no desciende el nivel,
es fácil de comprender
que hay algo que lo retiene;
es entonces que conviene
bajar y fijarse qué es.
Al contrario, si hay un pico
donde fluye a borbotones
o rompió las conexiones
la fatiga o la presión,
bajá sin vacilación,
a hacer las reparaciones.
Mientras puedas evitarlo
no encares montes de frente
hasta distancia prudente;
y si ves el caso feo
con oportuno alabeo
te salís por la tangente.
A obstáculo con alzada
tratá de pasarle abajo,
aunque tiene este trabajo
imprevistos tan variables,
que un simple hilo de cable
te puede arrancar de cuajo.
No te duermas en la gloria
cuando todo te va bien.
Noventa y nueve no es cien
y aunque falte sólo uno,
el traspiés inoportuno
sucede en un santiamén.
El ruido que haga un motor
no me demuestra poder
aunque pueda parecer
que deban marchar unidos;
por más que un loro haga ruido
jamás llegará a ser buey.
Si el motor es muy potente
y al mismo tiempo pesado,
es un asunto cantado
que no tendrá rendimiento.
El motor es puro cuento
si no está proporcionado
Gasta un avión hangarado,
gasta cuando está esperando
y si se va trasladando
produce gastos tremendos.
Sólo rinde dividendos
cuando vuela trabajando.
Dar motor si te vas largo
al querer aterrizar,
no te debe avergonzar
que a todos nos ha pasado;
si el cálculo te ha fallado
debés volver a empezar.
El avión en todo caso
debe hacer tu voluntad,
sin permitirle alterar
lo que tenés proyectado.
Es un tigre amaestrado
siempre dispuesto a matar.
Si se te planta el motor
la vez que estás decolando,
mantené el avión picando
en el rumbo que llevás.
Nunca vuelvas para atrás
que vas a quedar pagando.
Se pierde noción de altura
volando en la tierra arada,
mas si en una encrucijada
tuvieras que aterrizar,
los surcos debés tomar
a lo largo y de aplastada.
Un lote muy pisoteado
por la hacienda ya no es pista,
debés aguzar la vista
y no aterrizar si es torpe,
que el tren recibe más golpes
que aguantador de chapista.
Debés parar el trabajo
si amenaza un temporal
y la máquina amarrar
de cola a su atropellada,
la palanca bien atada
en posición de picar.
Si el patín no es reversible
no da la vuelta completa
y traza una canaleta
si no se alza al atracar.
Es lo mismo que intentar
retroceder con chancletas.
Cuando debas amarrar
al terminarse los vuelos,
hacé pozos en el suelo
para ubicar el rodado
con los comandos centrados
y atado según los medios.
Si atás la soga tirante
no lo dejás balancear
cuando la brisa al pasar
solivia medio las alas.
Estaca a soga estirada
termina por aflojar.
Preferí la lluvia fuerte
que volar en la neblina.
Aquella es una cortina
que casi no impide ver;
la otra es artera y cruel
porque ataca a la sordina.
El avión aunque se moje
no se pone muy pesado,
porque si está bien pintado
la estructura no se cala
y el agua se le resbala
como en un poncho encerado.
No penetres en la nube
con aspecto borrascoso
que su fuerza de coloso
le revuelve las entrañas.
Esquivála, date maña
que cruzarla es peligroso.
Si el motor calienta mucho
teniendo capots normales,
quitále los laterales
para evacuar el calor;
verás como anda mejor
y se evitan otros males.
Cuando Lindbergh cruzó el mar
le ofrecieron mucha plata
para llevar una carta
y no la quiso aceptar,
no por no necesitar,
sinó por cargar más nafta.
Parabrisas al rocío
junta agua como pileta.
Escurríle esa carpeta
con el canto de la mano
y el aclare terminálo
con toalla o camiseta.
No enfundes el parabrisas
para que no se te moje,
porque en el tire y afloje
se raya que es un contento
y agrava ese mal el viento
con el efecto del roce.
Al motor debés taparle
los cables y los magnetos,
para evitar el efecto
del agua que pone a masa,
pues no sabiendo qué pasa
te rompés el esqueleto.
Un cable se pone a masa
y el motor puede plantarse
y un mal momento pasarse
por un simple cablecito.
No existe peligro chico
a según puede observarse.
Cuando fallan los magnetos
puede ser la solución
hacer la desconexión
de ambos cables a masa,
porque a veces sólo pasa
que la llave se dañó.
Si la falla se elimina
se la dejás anulada,
pudiendo ser reemplazada
-para parar el motor-
empleando el corrector
y oportuna acelerada.
Si anular no es suficiente
y el defecto sigue en pie,
le colocás otra vez
los cables desconectados
y buscás por otro lado
la falta que pueda haber.
Es muy difícil que fallen
los dos magnetos a un tiempo.
Revisá los elementos
principales y accesorios,
porque sería irrisorio
desarmar sin fundamento.
La hélice es traicionera
y pega sin avisar;
no la dejés de mirar
cuando pasás cerca de ella.
A pesar de ser tan bella
que no te vaya a atrapar.
La hélice de metal
es mejor por dondequiera;
corta pujante y certera
el aire por donde avanza
y a los bichos los despanza
sin inmutarse siquiera.
No sueltes nunca el comando
salvo por ver el centraje.
Siempre te sobre coraje
y ante cualquier imprevisto
debés estar siempre listo
si querés concluir el viaje
Si aplicando rompés pala
en la hélice de seis,
reducíselas a tres
que no habrá dificultad
y en tal caso levantá
la presión que va a caer.
Los productos agresivos
donde tocan deterioran
y a los sandows desmejoran
si no están muy bien tapados,
asomando el entripado
al correr de pocas horas.
También forman una capa
que se adhiere al entelado,
pero el clásico lavado
con agua y jabón de coco,
podrá limitar a poco
los daños ocasionados.
La nafta -por más que quieras-
quita sólo lo grasoso
y su uso es pernicioso
pues donde toca reseca
y el acabado se agrieta
tomando aspecto escamoso.
Avión que se lava al sol
queda horrible de manchado
y el color arrebatado
delata el grave descuido,
no teniendo revenido
lo que ya se ha disipado.
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Categories: Crónicas

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