Para sus amigos y colegas sólo Kurt o bien el afectuoso apelativo de “gringo” Pfeffer. Con la partida de este distinguido asociado se cierra uno de los capítulos más fecundos de nuestra historia reciente. Formador de varias generaciones de pilotos dejó una huella profunda en todos los que tuvieron la suerte de compartir con él la profesión de piloto comercial. Volador incasable, derramó su saber con generosidad y con rigor profesional. A pesar de su avanzada edad nunca se marginó de sus colegas. Al contrario, buscaba permanentemente instancias para compartir y conversar.
Con profunda tristeza compartimos el duelo de su familia, de sus dos hijas especialmente de Sandra que emuló el amor de su padre por la aviación desde las sacrificadas tareas en la cabina de pasajeros, y de Gloria, también compañera de vuelos, con la que compartió felizmente la última etapa de su vida.
Despidieron a Kurt en el cementerio el Presidente de nuestra asociación don Renato Besoain y representantes del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile y el Club Aéreo de Santiago.
Ver en CRONICAS una reseña completa de Kurt (15.05.2010 – Kurt Pfeffer)
Nuestro asociado Abraham Acevedo, asistente a sus funerales, quiso enviarnos sus impresiones al ver a tantos “Lanes” acompañando en su despedida a nuestro querido Kurt:
“Hace mucho tiempo que dejé de volar, y a pesar de haberlo hecho en forma bastante intempestiva, tengo los mejores recuerdos de esos largos años como piloto de Lan Chile.
En su gran mayoría, los tripulantes de a bordo formamos parte de un grupo de hombres y mujeres leales y capaces, enamorados de nuestra labor, y en este caso especial, si de sumar y restar se trata, puedo asegurar que el destino me permitió vivir una época realmente maravillosa.
No sé cómo será, hoy por hoy, la vida de un tripulante, pero tengo presente los sentimientos que nacieron y que para siempre quedaron grabados en mi mente durante el tiempo en que fui parte de ese grupo privilegiado que son los tripulantes de Lan Chile, personas que, como una forma de ganarse la vida, se dedica a volar y que, lentamente, a medida que pasa el tiempo, casi sin darse cuenta, se va convirtiendo en parte de una familia con la que comparte el gusto por su trabajo.
El tripulante, siempre tiene presente la idea de que en cualquier momento su avión pueda sufrir un percance, de hecho, muchas veces los hubo, pero eso no lo amedrenta porque el gusto de trabajar en las alturas, encaramado en la cabina de un avión, puede más que el miedo.
Hacer un curso, ir a probarse el uniforme, renovar la licencia, subirse al vehículo que lo lleve al aeropuerto, pasar a recoger a otros tripulantes, saludarse y conversar largamente con personas que hacen distintas labores en un avión, hicieron que nos fuéramos sintiendo muy cercanos.
El vuelo mismo, la llegada al ansiado destino, el sueño y cansancio, en nada disminuían el espíritu del tripulante y es así como aún quedaban fuerzas para que, después de compartir el viaje del aeropuerto al hotel, con la tripulación completa en el mismo vehículo, aprovechábamos de conversar y comentar distintos detalles del vuelo y de cómo cada uno vivió su propia experiencia. Llegados al hotel, la mayoría se reunía en alguna habitación para relajarse un momento, conversar, reír, comer o beber algo antes de retirarse a descansar. Después, solos o en pequeños grupos nos encontrábamos en el Lobby del hotel o nos juntábamos a almorzar, salíamos a comprar o arrendábamos un auto para salir a pasear y conocer. Así fue como compartíamos la entretenida vida del tripulante en un cómodo Hotel de 5 estrellas, y pensando en el regreso.
De esta forma, casi sin darnos cuenta, fueron naciendo lazos afectivos que hacían del trabajo del tripulante una vida placentera la que siempre iba en beneficio del pasajero que la mayoría de las veces se encontraba con una tripulación alegre y responsable. Qué hermosos fueron esos años en que disfruté de estos detalles que eran parte de esa filosofía de vida que aprendimos a cultivar en la vieja Línea Aérea Nacional de Chile, de la que lamentablemente ya no queda ni el nombre.
Por eso, porque al amparo del avión fuimos capaces de formar esta familia, nos duele profundamente cuando alguien de nosotros, los de aquel tiempo, parte de este mundo.
Ayer estuve presente en el funeral del Capitán Kurt Pfeffer, un muy querido amigo, un piloto de aquellos años felices y que siempre estuvo al lado de sus compañeros, un hombre que prestigió la aviación y el nombre de nuestra querida Línea Aérea. A pesar de tratarse de un funeral, salí alegre y optimista tanto de la iglesia como del cementerio porque volví a encontrarme con pilotos, ingenieros de vuelo, sobrecargos y auxiliares de vuelo, ese selecto grupo humano del que me felicito por haber sido parte de él y del que, para mi felicidad y orgullo, seguiré formando parte mientras Dios así lo quiera.”
Volando el regional Balmaceda en DH Dove en Correntoso 1955 | Kurt junto a su galeria de “ases” de la Luftwaffe |
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