(Según Boletín de Difusión Histórica Nº 02 / 2000 del Centro de Ex Cadetes y Oficiales de la Fuerza Aérea de Chile “Águilas Blancas”)
EI día dos de Septiembre, y con letras de molde en primera página, el diario «El Mercurio» daba o conocer la siguiente noticia: «LA MARINERIA DE LAS ESCUADRAS DE EVOLUCION E INSTRUCCION SE SUBLEVO Y TOMO PRISIONEROS A JEFES Y OFICIALES».
Quiso el destino que, cuando las autoridades de Gobierno estudiaban una posible desunificación de la Fuerza Aérea, ocurriere el hecho inaudito de la sublevación de la Escuadra en Coquimbo, lamentable suceso acerca del cual existen numerosas publicaciones, algunos de cuyos autores atribuyeron su origen a la acción desquiciadora de políticos desplazados.
El 20 de Agosto de 1931 se había hecho cargo del poder en calidad de vicepresidente, el nuevo Ministro del Interior ingeniero Manuel Trucco, en reemplazo de Juan Esteban Montero que, fue proclamado candidato a la Presidencia de la República. Como Ministro de Hacienda quedó el profesor universitario y matemático Pedro Blanquier. Decidido a efectuar economías, costare lo que costare, éste propuso rebajar entre un 10 y un 30 % los sueldos de la Administración Pública, medida que comenzaría a regir el 1º de Septiembre de 1931.
Un grupo de Suboficiales del acorazado «Almirante Latorre» que se encontraba en la bahía de Coquimbo, cumpliendo período de instrucción, inició un movimiento de rebeldía exigiendo la anulación del referido decreto. Después de apresar a los Oficiales en sus camarotes – en la medianoche del 31 de Agosto – dieron o conocer su determinación a las tripulaciones de los restantes buques de la Escuadra surta en Coquimbo, Talcahuano y, también, a las unidades navales de Valparaíso y Base Aérea de Quintero.
En Talcahuano la rebelión también había tomado cuerpo. El Grupo de Aviación Nº 2 de Quintero, formado en su mayoría por personal de Suboficiales provenientes de la Armada, también se había sublevado. Apenas terminada la formación de la mañana y cuando el Comandante ordenó «retirarse» a su trabajo habitual, el personal corrió hacia la sala de armamentos pora tomarse la Base a viva fuerza. A los oficiales, que sospechaban esta maniobra, no les quedó otra cosa que atrincherarse en el Casino y proveerse de sus pistolas particulares. El Teniente Diego Barros corrió al telégrafo para dar la noticia a las Autoridades de Santiago, pero sus esfuerzos fueron vanos y la Unidad quedó en poder de los sublevados. El Suboficial más caracterizado hizo las veces de Comandante de la Unidad y empezó a dictar sus órdenes. Por de pronto, a los aviones se les sacó algunas piezas vitales para impedirles el vuelo y tanto el Teniente Diego Barros como el Teniente Rodolfo Marsch, los dos Oficiales más díscolos en cumplir las órdenes de los sublevados, fueron amenazados con ser enviados al pañol de cadenas de un buque próximo a fondear en Quintero.
Cuando ya todo se creía concluido y después de muchas horas de vivir el Grupo Nº 2 una situación muy desagradable, se percibió a lo lejos un ruido de motor en vuelo: era un Hawk de la Fuerza Aérea. Luego, apareció otro, y otro más, eran los del Grupo de de Aviación No 7 «Los Cóndores» los que después de evolucionar sobre el aeródromo, picaron sobre la Base descargando su metralla mortífera. En seguida apareció el Regimiento Coraceros quien se encargó de reducir al resto de los amotinados.
Como los aviones no podían volar, los Oficiales, pistolas en mano, obligaron a los mecánicos a reponerlos en vuelo y todo el material se trasladó al lago Peñuelas de donde se iniciarían las operaciones. Se dispuso que todos los mecánicos volarían en los aviones, los pilotos solamente llevaban paracaídas, ellos no, y si los aviones tenían fallas en vuelo, a balazos se les invitaría a salir del avión. Dicen los pilotos de aquella vez que nunca volaron mejor los aviones como en aquella circunstancia.
El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Teniente Coronel don Ramón Vergara Montero dispuso las medidas de abastecimiento de combustible, ordenó la movilización de los Grupos Nºs. 1 y 3, la Escuadrilla de Bombardeo, el Grupo Nº 2 y la Escuadrilla de Anfibios, el envío de material bélico (armamento, bombas y munición) por ferrocarril y en avión a Ovalle; el transporte por vía aérea y ferrocarril de la tropa que debía encargarse de la protección y vigilancia del aeródromo de Tuqui en Ovalle, donde se efectuaría la concentración.
En su intento por evitar la propagación del pronunciamiento, que comenzó a tomar carácter político, el Gobierno aceptó la intervención del Almirante Edgardo Von Schroeders en calidad de mediador. Sin embargo, ante el fracaso de las conversaciones, el Vicepresidente Manuel Trucco hizo uso de sus facultades como Generalísimo de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire, ordenando el ataque de la Escuadra insurrecta por aviones de la Fuerza Aérea Nacional.
A cargo de las tres fuerzas fue designado el Ministro de Guerra General Carlos Vergara Montero, quien colocó al frente de la aviación a su hermano, el Subsecretario Teniente Coronel Ramón Vergara. Correspondió a este último, conjuntamente con el Comandante de Escuadrilla Diego Aracena Aguilar, en su calidad de Jefe del Estado Mayor, asumir la delicada tarea de organizar la primera acción de guerra que iba a afrontar la Fuerza Aérea con sus escasos medios en armamento, munición y bombas.
Sabido es que existían suficientes pilotos, pero sin conocimiento ni entrenamiento de combate. El número de armeros y artificieros era limitado, como también, las ametralladoras y bombas que permanecían, en su mayoría, guardadas en los almacenes. A pesar de este cuidado no ofrecían garantías, por el desuso y el tiempo transcurrido desde su adquisición en 1925, cuando el Coronel Marmaduque Grove dio un impulso importante a la aviación militar luego del golpe de Estado de Enero de ese año. Similares condiciones presentaban los aviones con los motores desgastados, sin su potencia original y falta de repuestos paro reemplazar partes fatigadas del material. En estas condiciones se encontraban los Junkers R-42. los Vickers Vixen y Wibault.
Los Curtiss Falcon eran los únicos capaces de enfrentar con relativo éxito, el poder de la moderna artillería antiaérea que poseían los buques de la Escuadra.
Por las razones aducidas, la misión encomendada a la Fuerza Aérea fue difícil y muy arriesgada para quienes tuvieron la responsabilidad de llevarla a cabo.
En líneas generales el plan elaborado por el Subsecretario y su Jefe de Estado Mayor comprendió las siguientes metas:
1, Concentración en Ovalle de una Agrupación Aérea principal, constituida por trimotores Junkers R-42 y monomotores Curtiss Falcon, Vickers Vixen y Vickers Wibault, a fin de atacar el grueso de la flota fondeada en Coquimbo.
- Distribución de los Curtiss Hawk y algunos Falcon del Grupo 1 de Iquique y en Antofagasta, para sofocar cualquier acto de insurrección que pudiera surgir en la región salitrera, donde agitadores políticos mantenían una permanente campaña subversiva.
- Reunión de los Wibault, tres Gipsy y un Cirrus Moth del Grupo 3 y de los anfibios Sikorsky y Loening del Grupo 5, en Concepción, con el objeto de realizar misiones de enlace y reconocimiento aéreo solamente, pues no contaban con armamento.
- Vigilancia aérea del litoral, entre Valparaíso y Coquimbo, a cargo de los Dornier Wal y Fairey de la Base de Quintero, única unidad de la Institución donde personal subalterno se plegó a la marinería, pero fue dominado por sus Oficiales con el apoyo del Regimiento Coraceros de Viña del Mar. A fin de evitar cualquier sorpresa y asegurar el éxito de las tareas asignadas, los pilotos trasladaron algunos Wal y Fairey at lago Peñuelas.
Dibujo del Avión Dornier Wal
- Organización de un Puente Aérea entre Los Cerrillos y Ovalle, con trimotores Junkers R-42 y Ford de Línea Aérea Nacional, además de algunos Fairchild cuadriplazas, con el objeto de movilizar personal de Sanidad, mecánicos, equipo, armamento, bombas, municiones y combustible.
Durante los días previos a la acción principal, varios aviones Falcon con base en El Bosque, vigilaron los desplazamientos de la Escuadra, mientras mecánicos y armeros de la Fuerza Aérea trabajaban febrilmente en dejar el máximo de material en condiciones de ser empleado en el ataque.
El grueso de la formación se concentró en Ovalle el domingo 06 de Septiembre en la mañana, con elementos de la Escuela de Aviación, la Escuadrilla de Bombardeo, el Grupo Nº 1 y el Grupo Nº 3.
Para algunos pilotos que eran alumnos del segundo curso de la Escuela, esta fue su primera experiencia de vuelo al norte, razón por la cuál se ordenó que fueran guiados por líderes conocedores de la ruta. Tal medida dio resultado, con la excepción de una patrulla de tres Wibault, cuyo Jefe tuvo que descender en Combarbalá por falla de motor. Obligados o continuar sin carta ni instrumentos adecuados de navegación, los restantes llegaron por instinto hasta Ovalle, al cabo de 2 1/2 horas de vuelo. Una vez en el aeródromo de Tuqui, se organizó la Agrupación de Ataque con los aviones que no presentaron novedades durante el vuelo desde Santiago. En esta forma, poco antes de las 17:00 horas, se encontraron listas para emprender la misión doce aviones con las siguientes tripulaciones:
BANDADA DE BOMBARDEO
JUNKERS 1.
Piloto Teniente Alberto Latorre; Bombardero Teniente Luis Lepe; Jefe de la Agrupación Aérea, Subsecretario de Aviación Teniente Coronel Ramón Vergara; Ayudante Alférez Eduardo Medina; observador Suboficial Alberto González y Mecánico Lautaro Orrego.
JUNKERS 5.
Piloto y Comandante de la Escuadrilla de Bombardeo Capitán Oscar Herreros; Bombardero Teniente Fernando Pardo; Observador Sargento Palomo y Mecánico Sargento Eulogio Pastén.
BANDADA DE ATAQUE
FALCON 25.
Tripulación Capitán Marcial Arredondo y Comandante Diego Aracena
FALCON 20.
Piloto Alférez Héctor Lopehandía. Observador Alférez Luis Reveco.
FALCON 3.
Piloto Alférez Vicente Montero. Observador Alférez Ernesto Hermann.
FALCON 24.
Piloto Teniente Manuel Barría. Observador Alférez Gabriel Torreblanca.
FALCON 26.
Piloto Teniente Osvaldo Cordero. Observador Alférez Aníbal Solminihac.
FALCON 23.
Piloto Teniente Manuel Sotomayor. Observador Teniente Jorge Silva
FALCON 4.
Piloto Teniente Julio Tapia. Observador Alférez Renato Ortega
ViCKERS VIXEN 9.
Piloto Teniente Francisco Concha. Observador Teniente Juan Andurandeguí
ViCKERS VIXEN 4.
Piloto Alférez Oscar Yáñez. Observador Alférez Carlos Saldes.
VICKERS WIBAULT 25.
Piloto Alférez Enrique Flores.
En el mismo orden y en rápida sucesión, los aviones despegaron desde el aeródromo de Tuqui, ubicado a cinco Kilómetros al norte de Ovalle.
Dibujo del avión Vickers Wibault
Alcanzada la altura y formación, los aviones siguieron el curso del río Limarí hasta Tongoy. Luego de internarse algunas millas sobre el mar viraron hacia Coquimbo, volando los Junkers a 1600 metros de altura. El resto de los aviones a mil metros y a un promedio de 120 Kms. por hora.
El ataque se efectuó de W a E favorecidos por el sol poniente que, además de dificultar el avistamiento de la formación aérea, obstaculizaba la puntería de los buques. El ruido de los motores alertó a la marinería que esperó con decisión a los aviones, segura del moderno y potente armamento de que disponía. Muy luego los “schrapnells” y granadas comenzaron a estallar alrededor de las lentas máquinas, perforando la estructura del Junkers 1 que lanzó una bomba de 300 Kilos. Esta cayó a 10 metros de la popa del acorazado «Almirante Latorre» mientras una segunda, de igual peso y lanzada por el Junkers 5, explotaba a treinta metros de su proa. Dos gigantescas columnas de agua ocultaron durante algunos momentos la enorme nave. El fuerte estremecimiento sufrido a bordo, rompió las tulipas en los camarotes y provocó otros daños que alarmaron a las tripulaciones, prendiendo entre ellos su preocupación por las consecuencias que podría tener un impacto directo contra el acorazado.
A continuación de los Junkers – que emplearon, además, tres bombas Bofords de 50 Kilos – atacaron en picada y por patrullas los diez aviones restantes, con ametralladoras y pequeñas bombas de fragmentación de nueve Kilos. Una de éstas alcanzó al submarino H4 «Quildora» que resultó averiado y provocó la muerte de un marinero. Como consecuencia, la tripulación se rindió, atracando la nave al muelle de Coquimbo.
Casi al mismo tiempo, el Curtiss Falcon 4 piloteado por el Teniente Julio Tapia con el Alférez Renato Ortega de observador recibió el impacto de un proyectil que perforó el radiador del agua y el depósito de aceite del motor. Sin poder continuar el vuelo para alcanzar hasta Ovalle, el piloto se vio obligado a descender en un lugar próximo a la playa, entre Coquimbo y La Serena. A causa de la irregularidad del terreno, el biplano capotó sin sufrir heridas los tripulantes.
En pleno desarrollo del combate, los aviadores constataban la inferioridad de los medios con que contaban para responder al nutrido fuego que se les hacía desde los buques. Sin embargo, esta desventaja resultó compensada por la ausencia de los Oficiales, especialistas en la dirección del tiro, que permanecían apresados en sus camarotes. En general, las ametralladoras de capot y de torrecilla de los aviones sufrieron atascamientos y no constituyeron real peligro para los insurrectos. Similar situación ocurrió con algunas bombas de fragmentación que no se desprendieron por fallas del sistema de lanzamiento. A pesar de tan manifiesta desventaja, la Agrupación Atacante dominó la situación en poco más de quince minutos que duró el combate, durante los cuales fueron empleadas 02 bombas tipo Bofords de 300 Kilos y 03 de 50 Kilos lanzadas por los Junkers, además de 77 bombas de 09 Kilos y 172 proyectiles de 07 milímetros disparados por los aviones de ataque, según consta en el informe del Comandante de la Escuadrilla de Bombardeo y del Capitán Marcial Arredondo.
Integraban la Escuadra de Coquimbo el crucero «O’ Higgins»», los destructores «Riquelme», «Hyatt»», «Videla» y «Aldea», los submarinos «Simpson» y «O’ Brian», además del acorazado «Almirante Latorre» los destructores «Lynch», «Serrano» y «Orella» y dos pequeños submarinos tipo H4 de la división de instrucción. De acuerdo con datos oficiales de la Marina, estos barcos dispararon 16 granadas de cañón de 101, 74 schrapnells de 75, 35 schrapnells de 76 y 4.329 tiros perforantes con trazadoras de humo correspondientes a ametralladoras Hotchkiss de 13,2 milímetros, sin contar una cantidad aproximada de 50.000 proyectiles corrientes de carabina Mauser.
En los tensos momentos de lucha, las escenas a bordo adquirieron hondo dramatismo con el estruendo de los cañones, el repiqueteo de las ametralladoras y las armas livianas, la estridencia de las sirenas de alarma y el vocerío de quienes dirigían la defensa. Todo lo anterior mezclado con el ruido de los motores de aviación y el vuelo de los aviones a ras de los mástiles y chimeneas de los buques.
Una vez finalizado el ataque, los pilotos regresaron individualmente a Ovalle donde arribaron cuando comenzaba a oscurecer. La misión había demorado, en total, uno hora y quince minutos desde el despegue hasta el aterrizaje a las 18:20 horas. Sin pérdida de tiempo se procedió a revisar los aviones, arrojando las siguientes novedades:
Junkers 1, alcanzado por cuatro impactos: en el ala y alerón izquierdo, fuselaje, plano de cola y capot del motor central.
Falcon 3, con dos perforaciones en el ala izquierda.
Falcon 4, alcanzado en el radiador y estanque de aceite, según comunicación transmitida desde Coquimbo.
Vickers Vixen 4, con dos impactos en las alas.
Vickers Vixen 9, con parte del plano de dirección destruido.
Dibujo del Avión Vickers Vixen
Por haber fallado el sistema de lanzamiento, el Junkers 1 estuvo en grave peligro al aterrizar en Tuqui con tres bombas colgando bajo el fuselaje. Otro tanto ocurrió con el Falcon 23 que aterrizó con su cargo completa y el Vickercs 9 con una bomba atascada.
Mientras los pilotos redactaban sus correspondientes informes – con los resultados y experiencias obtenidas – otras tripulaciones comenzaron a preparar un nuevo ataque para el amanecer del día siguiente reemplazando los Junkers por un trimotor Ford de Línea Aérea Nacional, al cual se le adaptó una mira Goertz en el compartimiento del baño v se abrió un hoyo en el centro del fuselaje para arrojar las bombas.
En esas inquietantes horas se impuso la cordura entre la marinería que acordó deponer su actitud para evitar mayores daños y el derramamiento de sangre entre hermanos.
Durante dos días la Fuerza Aérea mantuvo estrecha vigilancia e impartió órdenes por radio a las naves, hasta el dominio total de la situación
En esta forma, los principales cabecillas del movimiento fueron desembarcados en Tongoy y Quintero, prosiguiendo la Escuadra, por unidades independientes, hasta el Puerto de Valparaíso.
El valor e hidalguía de los aviadores, su probada austeridad y estricto sentido del cumplimiento del deber causaron hondo impacto en Ovalle, Coquimbo y La Serena; más aún, cuando rechazaron, cortésmente, los agasajos que quisieron brindarles sus habitantes a raíz del éxito obtenido, quienes actuaron directamente en la acción de Coquimbo trataron de pasar inadvertidos contrayendo el compromiso de olvidar los pormenores de este lamentable suceso, en beneficio de lo armonía y la tranquilidad que se necesitaba para superar la crisis que estaba afrontando Chile.
Aún cuando parezca increíble, la sublevación de la marinería y su dominio por parte de las fuerzas leales al gobierno, significó el desembolso de una suma superior o la que le faltaba para cubrir los gastos fijos del Presupuesto, circunstancia que obligó o mayores sacrificios y a soportar una más lenta recuperación del país.
La acción de Coquimbo concitó el interés mundial. Algunas revistas extranjeras especializadas atribuyeron especial trascendencia al triunfo obtenido por la aviación chilena, pues era la primera vez en lo historia que se empleaba una Fuerza Aérea contra una flota.
Con este resultado, el gobierno anuló toda gestión tendiente a desunificar la Fuerza Aérea Nacional.
A fin de premiar la brillante tarea que correspondió cumplir al Teniente Coronel Ramón Vergara Montero, el 17 de Septiembre de 1931 fue incorporado al Escalafón de Aviación, con el grado de Comandante de Escuadrilla, continuando en calidad de Subsecretario de Aviación, en propiedad, a partir de mediados de Octubre.
Mientras tanto, el Comandante Alirio Jessen, prosiguió a las órdenes del Ministerio del Interior hasta el 10 de Marzo de 1932, fecha en que reasumió como Director del Material de la Institución.
Entre otras conclusiones obtenidas a raíz de este bautismo de fuego de la Fuerza Aérea, caben mencionar las siguientes, extraídas del informe oficial elevado al Gobierno por el Jefe de las Fuerzas:
- Mal estado de los aviones Vickers Vixen y Vickers Wibault, por exceso de trabajo en la instrucción de vuelo.
- Falta de un personal adecuado para la conservación del armamento, bombas y municiones.
- Falta de carros estanques para el carguío de combustible.
- Escasez de personal de armeros y artificieros.
- Sincronización defectuosa de las ametralladoras de capot y de torrecilla.
Por esta causa resultaron dos hélices de Falcon perforadas e inutilizadas por proyectiles calibre 7.
- Atascamientos que permitieron el disparo de sólo algunos proyectiles.
- Necesidad de crear una Escuela de Tiro y Bombardeo para especializar pilotos y formar personal de Armeros y Artificieros.
- Comportamiento intachable, leal, disciplinado, abnegado y muy valiente de parte de los pilotos que actuaron en la acción.
Un corresponsal de El Mercurio de Santiago escribió el siguiente artículo publicado el día 8 de Septiembre:
«Aviones contra barcos. Este combate aeronaval de anteayer tiene una importancia hermosísima, fuera del valor nacional que paro nosotros representó: es la primera batalla en su género en que los aviones triunfan sobre los barcos. Los pájaros del aire venciendo a los formidables habitantes de los mares. El Martín Pescador destruyendo a picotazos a los ágiles peces. Es ésta también la primera lucha de aviadores contra marinos que presencian los océanos de Sudamérica. Es que la cosa estuvo maravillosamente combinada y las directivas eran soberbias, los doce aviones, en uno de los cuales actuaba el propio Subsecretario de Aviación, tenían órdenes de bombardear el agua y no precisamente los barcos, con el fin de amedrentar, evitando la destrucción. ¿Que las balas de los barcos agujereaban las alas y los aviadores? Esto no era motivo paro que las máquinas no pasaran fantásticamente a ochenta metros del fornido acorazado, haciendo sonar el himno de sus motores, con roncas voces de advertencia, de amenaza…»
«Habría también que citar una coincidencia en nuestro país, fue durante la revolución del 91 cuando por primera vez se utilizaron torpedos; ahora en 1931, por primero vez también se combatió a una Escuadra sin necesidad de buques, se la ataca y se la vence, no desde el mar sino desde las canchas del espacio sin términos. Fernando Bonzi».
El comandante en Jefe de la Aviación, Teniente coronel Ramón Vergara Montero, cuenta así los últimos momentos desgraciados del motín de la Escuadra:
Durante la noche dio la siguiente orden al Grupo Nº 2:
«Ovalle 8 de Septiembre a las 02:00 horas. Buques sometidos autoridad Gobierno, empezarán entrar Valparaíso Martes 8 desde las 08:00 A.M. con tres horas de diferencia.
Sus aviones, especialmente los Wal, con carga completa de bombas y combustible deberán permanecer en vuelo para escoltar buques desde Pichidangui hasta fondeadero. Corresponde su iniciativa vencer dificultades de amunicionamiento. Supuesto no tenga bombas suficientes debe obrar por presencia. Mantenga comunicación por radio desde a bordo con los barcos que entran a someterse. Caso buques pretendan rebelarse dándonos una sorpresa proceda a hundirlos. Fernando Vergara Comandante en Jefe de Aviación».
Para cooperar a lo acción terrestre militar que se desarrolló en Talcahuano, se dispuso que el Grupo Nº 3 de Temuco y la Escuadrilla de Anfibios de Puerto Montt, se trasladaran el día cinco de Septiembre, con su material disponible, a las inmediaciones de Concepción. Aterrizaron allí los anfibios Sikorsky y Loening, dos Vickers Wibault, tres Gipsy y un Cirrus. Tomó el mando de esta fuerza el Comandante del Grupo Nº 3 Capitán don Andrés Soza, quien debía actuar bajo las órdenes del Comando de la III, División.
Esta fracción de la Fuerza Aérea cumplió, diariamente misiones de cooperación y reconocimiento, y también se encargó de conducir Oficiales de Marina destinados a recuperar el mando de algunos buques.
El límite de sus actividades se circunscribió por el norte hasta la desembocadura del río Maule, por el sur hasta la Isla Mocha y hacia el oeste la Isla de Santa María. Debido a que estos aviones no eran de guerra y carecían de armamento, no pudieron intervenir ofensivamente en las operaciones militares que allí se efectuaron. El doce de Septiembre regresaron o sus respectivas bases.
La situación especial de los puertos del norte hacía posible una acción de parte de la Escuadra o de algunos buques aislados. El Comando de la I División solicitó el día dos de septiembre que una Escuadrilla del Grupo Nº 1, que se dirigía a la concentración de Ovalle, quedara a sus órdenes en Antofagasta. Se accedió a este pedido dejando una bandada de cinco Falcon en Portezuelo, de los cuales se retiraron tres aviones el día cinco para que participaran en la ofensiva en Coquimbo.
En la tarde del seis, Antofagasta fue reforzada con nuevos aviones de Iquique, quedando constituida su guarnición aérea por cuatro Curtiss Falcon, cinco Curtiss Hawk, un Fokker y un Fairchild, algunos de los cuales, no obstante ser de guerra, carecían de armamento y porta bombas. Como en el aeródromo no existía polvorín, el Fokker y el Fairchild se destinaron al transporte de bombas y municiones. La aviación efectuó durante su permanencia en Portezuelo, misiones de exploración y reconocimiento. Dominada la insurrección, parte de estos aviones quedaron por algún tiempo más en Antofagasta, desempeñando misiones de observación hacia la pampa.
En Iquique había permanecido durante todo este tiempo el resto del Grupo Nº 1, desempeñando cometidos de igual naturaleza.
Terminadas las operaciones en Ovalle, el día diez de Septiembre se regresó a Santiago, pasando por Valparaíso y Peñuelas. El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea emitió su Circular Nº 99 de la Subsecretaría de Aviación, que decía:
«Terminadas felizmente las actividades que a nuestro servicio han correspondido en los desgraciados sucesos últimos, motivados por la sublevación de la marinería de la Escuadra, cumple al infrascrito trasmitir a todo el personal de la Fuerza Aérea los elogiosos conceptos que al Supremo Gobierno han merecido y que el día seis de Septiembre hizo públicos en los siguientes términos: « El Gobierno expresa su satisfacción por el decidido espíritu con que lo Aviación Nacional ha cumplido las órdenes impartidas. La disciplina, la preparación técnica, el valor de que ha dado a toda prueba y el éxito alcanzado, cubren de prestigio a los defensores del orden y de la disciplina de la Patria en su primera acción de Coquimbo…»
«Al dar a conocer al personal a mis órdenes la anterior comunicación, que significa un valioso estímulo a su abnegada labor quiero agregar mi especial reconocimiento a la acción de todos y de cada uno, por la forma decidida y entusiasta que en todo momento han sabido cumplir serenamente con su deber Por su acendrado patriotismo y alta moral, llegue mi felicitación muy sincera al personal de pilotos y mecánicos que directamente tuvieron participación activa; a los Jefes, Oficiales y tropa que en su esfero de acción contribuye al éxito y a los empleados, mecánicos y obreros que con su esfuerzo tan silencioso como decidido, hicieron posible y eficaz la empresa que a todos nos llena de íntima satisfacción».
En una sencilla manifestación realizada en la Escuela de Aviación, el Teniente Coronel Ramón Vergara Montero, Jefe de la Fuerza Aérea, propuso sellar el solemne compromiso de rehuir todo comentario público sobre el combate de Coquimbo en homenaje a la cordialidad debida a los compañeros Oficiales de la Armada, cordialidad acentuada en circunstancias que enlutaban las páginas de la Institución hermana…
BIBLIOGRAFIA
1, Historia de la Fuerza Aérea de Chile Tomo1 – R. Martinez V.
- La Aviación Naval de Chile.
- Archivo del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea de Chile.
- Memorias. Gabriel González Videla. Tomo 1.
5.- Recuerdos del Suboficial Mayor Tobías Adolfo Hermosilla.
6.- Conversaciones con el Coronel de Aviación Manuel Sotomayor Eberhard.
7.- Por rutas extraviadas. – Ramón Vergara Montero.
Los nombres en cursiva fueron pilotos de LAN.
2 Comments
Patricio Medina Iñiguez · Marzo 20, 2018 at 9:21 pm
Me siento orgulloso de la historia y comienzos de la Fuerza Aerea de Chile y del combate
naval de Coquimbo, donde participo mi padre Don Eduardo Medina Lavin en el Junkers 1
de oficial bombardero, en aquel combate mi padre era subteniente y no Alferez.
MadgeBiggie · Julio 7, 2018 at 11:39 am
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