Mucha tristeza nos causó el fallecimiento de quien fuera despachador y,  brevemente, piloto de LAN. Si bien no pertenecía a nuestra asociación es recordado por muchos por su gran vocación y entusiasmo por la aviación.

 Como ayudante de don Adolfo Suhrcke, Jefe del Centro de Instrucción de LAN, tuvo la oportunidad de conocer y participar de la formación profesional de muchos alumnos de ese centro. Compartió en 1959 el curso de copilotos con, – entre otros -, Abraham Acevedo Campos, Máximo Astorga Rojas, , Ricardo France Acorssi, Galvarino Galdames Weber, Jaime Herrera Cargill,  Claudio Palma Gaete y Carlos Riderelli Muñoz.

Fue por gentileza de don Jorge Muñoz Gajardo (ex empleado técnico de Lan y piloto de prospección pesquera), – uno de sus alumnos en el centro de instrucción de LAN -,  que nos impusimos de la infausta noticia. Uno de sus compañeros pilotos, Abraham Acevedo, lamentaba su ausencia por encontrarse fuera de Santiago, pero aprovechó para relatarnos que había mantenido contacto con Carlos hasta hace poco disfrutando de su compañía: “Se volaba contando anécdotas y volvía a revivir sus vuelos. En una caída había sufrido la fractura de un fémur que lo obligó someterse a una operación que finalmente al parecer, se complicó y le provocó la muerte.”

Muchas de esas anécdotas lamentablemente se habrán perdido para siempre con su partida. Una de ellas, protagonizadas por Carlos, fue registrada por el también muy recordado y querido radio operador Januario Lazo, en una crónica que tituló,

*

UN SOBRECARGO ANGUSTIADO:

“Lento, como un acorazado de peso pesado volaba nuestro DC-3 rumbo a Punta Arenas y con el piloto al mando, Rodolfo Larson, hablábamos acerca del sobrecargo que no se había presentado en Los Cerrillos a la salida del avión. Para evitar un atraso, Operaciones dispuso que asumiera la función el despachador Saunier aprovechando que precisamente debía hacer un reemplazo en Balmaceda.

Conforme a la costumbre del Capitán Larson de hacerle una broma a los novatos, nos dijo que aplicaría a Saunier “el cuento del piloto perdido”.

Nada de rogados, aceptamos con el copiloto tan entretenida idea y en pocos minutos, retiramos de la bodega delantera de carga, los diarios, los paquetes, las maletas y las cajas de verduras, dejando el espacio necesario para esconder al Capitán Larson dejándolo oculto tras la carga que se volvió a colocar en su sitio.

Lugo me dirigí a la cola para pedir un café a Saunier, decirle que podía comunicar a los pasajeros que nuestra estimada a Balmaceda sería a las 14:47 horas y procedí encerrarme en el baño. Disciplinadamente Saunier avanzó por el pasillo hacia el cockpit comunicando la información a los pasajeros a viva voz.  

Al poco rato, estando deliberadamente aún en el baño, me golpean la puerta y escucho que Saunier que me dice discretamente:

  • Amigo Lazo ¡No encuentro por ningún lado al piloto!
  • ¿Cómo es eso? Respondo.
  • Estamos cerca del aterrizaje, me dice
  • Espere. Salgo enseguida.

Salí con aspecto gruñón, parto a mi puesto de radio operador y sin dar importancia al comentario simulo una transmisión en Morse.

Con indiferencia miro la cara de Saunier que se ve muy preocupado. Dejo pasar unos minutos hasta dar término al supuesto mensaje y luego me asomo con él al cockpit.

Efectivamente solo estaba ocupado el asiento izquierdo por el copiloto. Sin demostrar sorpresa le digo tranquilamente:

  • ¡Ya pues Saunier! Por favor avise al piloto Larson que estamos cerca de Balmaceda.
  • ¡No le digo don Januario, que no está en el avión!

Poniendo cara de incrédulo, le aviso al copiloto que voy en busca del jefe.

Recorro con Saunier toda la cabina, buscamos por arriba y por debajo de los asientos. El piloto no aparece. Nos metemos al baño y destapando la pequeña abertura hacia la sección interior del cono de cola y fuera de los cables de comando, ni rastro del Capitán. Yo con simulada preocupación digo a Saunier, que ya estaba extremadamente nervioso:

  • ¡Esto es increíble!

Mientras los pasajeros, ignorantes del show se mantenían tranquilos, Saunier reflejaba pánico en su cara.

  • ¡Domínese! le ordeno. ¡Tenga calma y no se preocupe!

Acompañado por Saunier, revisamos otra vez el exterior de la bodeguita delantera, buscamos entre los equipos de radio y por debajo de mi propio asiento. Hemos metido los brazos y las manos, pero ni luces del piloto. ¡Un rayo habría sido menos impresionante para nuestro angustiado sobrecargo!

Por último, me afirmo en el abandonado asiento del Capitán y miro hacia fuera en busca del tren de aterrizaje.

  • ¡No! Lanzo un grito de espanto.
  •  ¡No puede ser! ¡Miren! ¿Ves por este lado la rueda del tren de aterrizaje? ¡Es el Capitán Larson!
  • ¡Cierto! me dice el copiloto, ya inclinado a mi lado, mientras yo trato de sostener el volante que vibra bajo mi mano derecha.
  • ¡Apúrate! le digo, simulando que el avión se bambolea ligeramente.

El copiloto se vuelve a su asiento, se acomoda y se abrocha su cinturón. A pesar de la tensa situación, está sereno y pronto recupera la estabilidad de nuestra máquina.

Vuelve a mirar hacia abajo y le deja espacio a Saunier que con sus ojos desorbitados contempla temeroso ese lado del tren de aterrizaje. Como está poco menos que a punto de sufrir un desmayo, el copiloto lo tranquiliza y me dice:

  • ¡Tú, Chico, toma asiento y ayúdame para el aterrizaje!

Me abrocho el cinturón y con cara preocupada  y tragando saliva trato de calmar la inquietud de Saunier. Nuestro buen amigo copiloto, hace bien su papel como piloto de nervios de acero. Hay un gesto especial de determinación en su cara que inspira mucha confianza a Saunier y a mí, conforme al rol que me toca hacer.

Luego le pido al sobrecargo que esté tranquilo y que informe a los pasajeros que abrochen sus cinturones y que en quince minutos más aterrizaremos.

  • ¡Ni por nada les diga que nuestro piloto viene en el tren de aterrizaje! ¡Manténgase en su cabina hasta nueva orden!

Luego que Saunier abandonó nuestra estrecho cockpit, dejé mi provisorio asiento y en menos de tres minutos, ya tengo al Capitán Larson libre de su encierro y feliz por lo bien que está saliendo la broma.

Toma el mando de su avión. Escucha las informaciones que le traspaso de la Torre de Control y antes de los diez minutos anunciados, tocamos ruedas y el DC-3 se posa como frágil mariposa sobre la pista de Balmaceda.

Apenas queda el avión en tres puntos, corro atrás y, entreteniendo a Saunier en su estación de sobrecargo y sus documentos, Larson baja por la escalerilla delantera y se asome al otro extremo desde tierra, como si en ese momento se presentara desde el más allá.

Cuando lo ve Saunier, este se pone palidísimo pues ante él está su Capitán todo despeinado, con su ropa desordenada y una mirada extraviada. La confusión de Saunier es total.

Una vez más el Capitán Rodolfo Larson había hecho con éxito su show.”

*

En calidad de copiloto de DC-3, Carlos Saunier participó de la formación del Círculo de Pilotos de Línea Aérea Nacional. Tras su fundación el 27 de mayo de 1961, durante una reunión en las dependencias del edificio de Línea Aérea Nacional de Los Cerrillos. Fue uno de los 43 pilotos bajo cuya firma se oficializaron los primeros estatutos de la institución (4 de Agosto 1961).(A la derecha Carlos Saunier con nuestro asociado Q.E.P.D. Álvaro Guzmán)

Tras varios años en diversas labores del área de Operaciones en LAN lo vemos como socio y piloto de la empresa de carga SOLASTRAL, que había comprado a LAN el DC-6B N° 407 (CC-CCJ – N° serie 45516). Su participación en la empresa fue de un modesto 3%, pero desgraciadamente tuvo muy corta vida.

Siempre inquieto, organizó su propia PYME. Produjo y distribuyó, por algún tiempo, cubos de hielo a nivel industrial. En los años 90 emuló a Willy Duarte (TVN), ex meteorólogo de LAN, como “hombre del tiempo” en el canal MEGA de TV. A las 21:55 animaba con el Profesor Campusano el programa “EL TIEMPO Y ALGO MÁS”. Mientras Saunier se hacía cargo de la parte meteorológica y de aviación, el profesor matizaba su presentación dando al final algún dato de interés histórico o de cultura general.

Nos deja un hombre siempre dispuesto a enfrentar nuevos desafíos, crearse nuevas oportunidades, pero sobre todo,  enamorado de LAN y de la aviación comercial. Nuestras sinceras condolencias a su familia.

Categories: Obituario

1 Comment

Sergio Barriga Kreft · Marzo 21, 2020 at 4:51 pm

Muy emotivo recuerdo de Carlos a quien conocí primero en Los Cerrillos en 1966, él como despachador de Ladeco y yo como jefe del Servicio SEI . Año en que todos en el aeropuerto, civiles y militares, éramos una sola familia.-
Al año siguiente nos reencontramos en Pudahue. El como Station Manager de Ecuatoriana de Aviación y yo con permiso de la FACh, trabajando para Braniff International.-
Carlitos como le decíamos, siempre atento y servicial, dispuesto a ayudar a los más jóvenes.-
Días en que nos amanecíamos, esperando un avión procedente de Buenos Aires, que por mal tiempo venía atrasado a itinerario.-
Sentados ante una taza de café en el casino del aeropuerto, hablábamos de lo humano y lo divino.-
Hace un tiempo atrás, nos encontramos en el paseo Ahumada y lo noté muy venido a menos.-
Dios lo haya recibido con Bondad.-
Sergio Barriga Kreft

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