PRIMER VUELO COMERCIAL A LA ANTARTICA CHILENA
Lan Chile “Primera sobre la Antártica”
22 de Diciembre de 1956
Por Héctor Alarcón Carrasco – Instituto de Investigaciones
Histórico Aeronáuticas de Chile
Cuadrimotor Douglas DC-6B N° 401, matrícula CC-CLDA, de LAN-CHILE aterrizado en Los Cerrillos, Santiago
Eran las 05:36 horas del 22 de diciembre de 1956 cuando el cuadrimotor Douglas DC-6B N° 401(*), matrícula CCCLDA, de LAN-CHILE, despegaba desde Chabunco y colocaba proa al continente helado. Era la primera vez que un avión comercial se trasladaba con pasajeros desde la austral Punta Arenas hasta nuestra más lejana posesión: La Antártica Chilena; en un claro esfuerzo por reafirmar nuestra soberanía en esas lejanas tierras. Ya no eran el Ejército, la Armada ni la Fuerza Aérea quienes iban en este vuelo pionero; eran civiles, personas comunes, incluso dos niños, quienes se habían atrevido a integrarlo, un poco por la aventura y por conocer desde el aire esta especial conformación del globo terráqueo en el que las nieves dan su tonalidad especial al paisaje de ese lejano y desconocido continente que, por tradición histórica y geográfica, contiene parte de nuestra larga y angosta faja de tierra.
Por tratarse de un viaje sin precedentes en la aeronáutica nacional, integraban la tripulación el Vicepresidente de Lan Adalberto Fernández, los reconocidos pilotos Alberto Bermúdez y Jorge Jarpa Reyes, los acompañaban como ingeniero de vuelo Eric Campaña Barrios, radiooperador Januario Lazo, el sobrecargo Héctor García y las auxiliares vuelo Polígena (Poly) Nehrlich y Karen Hanke.
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(*) El DC-6B CC-CLDA fue el primero de este tipo al servicio de LAN. Tenía en C/N 44690. En 1962 cambia a CC-CCD y años más tarde, fue vendido a SOLASTRAL en 1973.
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Los primeros 33 pasajeros pagaron $ 73.740, el resto estaba integrado por políticos y funcionarios, entre ellos el Ministro de Tierras y Colonización Santiago Wilson y el Senador Exequiel González Madariaga, 8 periodistas de Santiago, entre los que destacaba Luis Hernández Parker de “Ercilla” y Manuel Olivarí de “La Crónica”, de Lima. La presencia femenina se hizo representar por las reporteras Lenka Franulic de “Ercilla” y María Silva Carvallo, de “La Unión”, de Valparaíso; Elba Gallardo, esposa de Santiago Wilson y Helen Rudolph, esposa de William Rudolph, ingeniero jefe de Chuquicamata, además de las dos auxiliares, ya nombradas.
En Punta Arenas, pagando el total de su pasaje, se unió a los pasajeros el pionero de la aviación puntarenense Franco Bianco Bianco, quien en un monoplano deportivo Miles Hawk Trainer M2R, conocido como Saturno, el 7 de junio de 1936, diera inicio a su atrevido vuelo Punta Arenas a Santiago y luego regresara a su ciudad vía Buenos Aires. Para Bianco, que había arriesgado su vida en aquel vuelo memorable, en un pequeño monomotor descubierto, viajar en el moderno Douglas de Lan; éste debió parecerle un vuelo de niños, pero que también tenía la trascendencia de llevar tantas personas a conocer el continente antártico.
REPERCUSIÓN MUNDIAL
Ya al momento del despegue, los teletipos de la prensa comenzaron a distribuir la noticia a sus cadenas asociadas y muy pronto el vuelo era de conocimiento mundial. Se hablaba tanto del turismo, como del reconocimiento de la posesión que ejercía Chile sobre su territorio Antártico, situación que permitía realizar este tipo de vuelos a su línea bandera, dando por descontado que este era el inicio de futuros vuelos, acercando la Antártica a quienes pudieran pagar un pasaje por sobrevolar las bases chilenas, presumiendo que, en un futuro cercano, los aviones podrían aterrizar en el lugar. Ese, sería sin duda, el trampolín perfecto para dar el salto directo a Australia, acortando en miles de kilómetros la distancia que nos separaba de la lejana tierra de los canguros.
Se destacaba también que el vuelo había arrojado sólo un déficit de $ 204.770, ya que de la totalidad de los pasajeros, 33 pagaron su pasaje completo, siendo el resto tripulación, periodistas e invitados especiales, situación que en un futuro cercano permitiría realizar otros vuelos con lleno completo del avión, que podía transportar fácilmente 100 pasajeros.
El vuelo en sí, no tuvo otro epílogo sentimental que el recuerdo imperecedero para sus protagonistas. Durante su trayecto el DC-6B se remontó a seis mil metros de altura, con una velocidad media de 560 a 600 km/h, lo que permitió a los pilotos superar turbulencias y tempestades.
El día viernes a las 04:14 horas había despegado el avión desde Cerrillos. Se intentó salir esa misma mañana a la Antártica y almorzar durante el vuelo, mientras el Presidente Ibáñez, mediante una grabación, saludaría a los integrantes de las bases chilenas destacadas en nuestro territorio antártico, pero ello no fue posible porque una tempestad de nieve ocultaba con una gruesa capa el territorio por donde debería transitar el avión. Según comentó el Vicepresidente Adalberto Fernández, no se trataba de realizar un vuelo a ciegas sobre la Antártica, sino que los pasajeros habían pagado por ver claramente la geografía y especialmente las bases chilenas destacadas allí.
Por la tarde tripulación y pasajeros descansaron en Punta Arenas, que por esos años registraba 35.000 habitantes, con el tiempo necesario para visitar el comercio, ya que la ciudad estaba declarada Puerto Libre, al igual que Arica, donde los santiaguinos viajaban de compras, pero los precios en la austral ciudad no eran convenientes para los capitalinos, ya que por todos los productos había que pagar impuestos y los precios eran más altos, debido al recargo por el pago de fletes.
El día sábado a las 05:36 hrs. El Douglas 401 enfiló hacia el Mar de Drake. Durante cuatro horas tripulantes y pasajeros tuvieron oportunidad de ver paisajes únicos, que la mayoría no volvería a ver en su vida.
Después de dos horas de vuelo entre nubes de tonalidad plomiza y una atmósfera de vapores acuosos en constante suspensión, que predominaron a partir del Cabo de Hornos, la Antártica se fue presentando a los viajeros con lento y abrumador señorío. Un resplandor amarillento sobre el horizonte fue el primer signo de que el avión se aproximaba a áreas cubiertas por hielo o agua. Luego surgieron los primeros témpanos con su iridiscencia verde, que los hacen tan espectaculares a la vista.
El soberbio espectáculo de las nieves que formaban enormes bloques de hielo y que poco a poco iban deslizándose hasta el mar, para seguir flotando a la deriva con el impulso lento de las corrientes marítimas, sobrecogían a los pasajeros que expresaban su sorpresa ante este mundo desconocido, tratando de dominar todas las tonalidades del paisaje, prácticamente pegados a las ventanillas del avión.
Hacía cinco meses que el Vicepresidente Adalberto Fernández había presentado el proyecto al Consejo de Lan.
Como suele ser en estos casos, la preparación fue febril pero se efectuó con la mayor discreción, por si fallaba algún detalle a última hora.
El Vice y los gerentes Alberto Bermúdez y Héctor Sauvageot, más los técnicos Orestes Maldifassi y Eric Campaña (quien años más tarde sería este último, presidente de LAN), formaron la comisión pro viaje antártico, la que tuvo que estudiar rutas, alturas y condiciones meteorológicas del continente blanco durante los meses de verano, en que el sol no se pone en el Polo Sur. Para extremar medidas solicitaron el auxilio de las Fuerzas Armadas, las que pusieron diariamente a su disposición los estados meteorológicos de sus bases en la Antártica.
El avión también fue seleccionado por sus características especiales, pues se trataba de una maquina nueva que había sido traída en vuelo desde la fábrica Douglas ubicada en Santa Mónica, California, en enero de 1955, el que al momento de su partida ya lucía el número 0401 y la matrícula nacional CC-CLDA, el que en esa oportunidad estuvo piloteado por el Comandante Cyril Halley Harris, el Comandante Raúl Turner Roa y el Ingeniero Jorge Hofer Orrego.
Para lograr el financiamiento del vuelo, que costaba dos millones quinientos mil pesos, se resolvió publicar avisos invitando al “hombre cualquiera” a comprar un pasaje a la Antártica, por un valor de $ 65.000 más 13% de impuestos, total $ 73.450. A principios de diciembre apareció la singular oferta, lo que hizo temblar a los ejecutivos de Lan, pues en los primeros días en ninguna de las 25 agencias del país había interesados. El plazo vencía el 15 de diciembre, pero el día 14 se cerró la venta porque las vacantes se llenaron con los 33 pasajeros que se necesitaban. De entre ellos, se sabe que 12 fueron de Santiago, 5 de Valparaíso, 3 de Chuquicamata, y 1 por Puerto Montt, Concepción y Valdivia. Después del día 15, llegaron numerosos solicitantes, pero ya era tarde, la dotación del avión estaba completa.
ALGUNAS ANÉCDOTAS DEL VUELO
Por aquellos años, no todos los pasajeros habían volado en un avión moderno como era el Douglas DC-6B, es más algunos lo hacían por primera vez, por lo que muchos se extrañaban que las ventanas del avión no se pudieran abrir, igual que en los trenes.
La mayoría llevaba consigo alguna máquina fotográfica, pero el Senador Exequiel González Madariaga y el funcionario del Departamento Antártico Germán Carrasco, llegaron premunidos de inmensos mapas, por lo que de inmediato fueron motivo de cordiales bromas, pero a medida que las conversaciones se fueron “antartanquizando”, hubo colas para observar y estudiar detalles en las ilustrativas cartas geográficas que traían.
Portalón de acceso de uno de los DC-6B de LAN
(Gentileza del señor Esteban E. Raczynski)
Helen y William Rudolph, que viajaron desde Chuquicamata para participar en el vuelo (el pasaje total les había costado $ 100.000 a cada uno), dijeron que participaban en el vuelo “porque era la única parte del mundo que no conocían”. El matrimonio había llegado a Chuquicamata por primera vez el año 1922. Estuvieron ausentes entre el 28 y el 48, en que el ingeniero, luego de prestar servicios en Estado Unidos, Bolivia y Venezuela, volvió a “Chuqui” como ingeniero jefe. Muy conformes declararon a la prensa “hemos viajado por el mundo entero, incluso desde
China a Moscú y conocemos todos los continentes, pero este es el viaje más maravilloso que hemos hecho”.
Entre los pasajeros había varios pilotos civiles. Entre ellos, Guillermo Burmeister, de Peumo; y Guillermo Schulze, de Valdivia. Este último había pedido no dar su nombre, lo que de inmediato originó conjeturas maliciosas entre los periodistas sobre su reserva. Pero luego aclaró que sólo había pedido que no se utilizara su nombre “con fines propagandísticos”.
Orlando Bossur, 15 años y Fernando Escobar, 14 años, fueron los dos niños que viajaron en el vuelo. El viaje fue un regalo de Pascua (como se decía en esos años), de su tío Alejandro Soto, Naturalmente fueron las mascotas del vuelo. Ambos eran estudiantes y recibieron el “regalo” con mucha expectación. Como broche de oro, al término del vuelo todos los pasajeros fueron distinguidos con “La orden del Gran Pingüino”, diploma de Lan-Chile que fue recibido con mucho humor.
Copia de uno de los ejemplares del diploma otorgado a los diferentes pasajeros en recuerdo de este primer vuelo (Fuente: La Aviación en Magallanes de Alberto Fernández Donoso)
En la Bitácora a cargo del Ingeniero de vuelo Eric Campaña, quedó registrado el derrotero completo del avión a la Antártica y su histórica trayectoria:
05:36 DESPEGUE Chabunco. Diego Ramírez
06:40 Base Arturo Prat (Isla Decepción)
08:21 Base Bernardo O’Higgins
08:41 Base Gabriel González Videla
09:35 Base Pedro Aguirre Cerda
10:06 Regreso.
11:42 Diego Ramírez
13:25 Chabunco
17:25 Despegue con rumbo a Los Cerrillos
22.19 horas Los Cerrillos. Itinerario cumplido, cero faltas
DATOS TÉCNICOS DEL AVIÓN DOUGLAS DC-6B. Matrícula CC-CLDA
Planta Motriz: 4 Motores de pistón en estrella Pratt y Whitney R-2800-CB-17, Double Wasp de 1,864 kw.
Actuaciones: Velocidad de crucero 507 km/h autonomía con carga útil máxima 7.596 km; techo de servicio 7.620m.
Dimensiones: envergadura 35,81 m.; longitud 32,18 m.; altura 8,74
Peso 48.534 k. peso máximo de despegue.
Carga útil: hasta 102 pasajeros
Perfil del Douglas DC6 B de la Línea Aérea Nacional
(Ilustración gentileza de nuestro socio Juan Carlos Velasco García, ex miembro del Dream Team en LAN)
CONCLUSIONES
Este histórico viaje de un avión de LANCHILE el año 1956, al Continente Helado, tuvo el mérito de ser el primero en el mundo realizado por una aerolínea comercial. Si bien es cierto el avión no aterrizó en la antártica, recorrió todo el territorio Antártico nacional, declarado como tal por el Presidente Gabriel González Videla, años antes.
En 18 horas de vuelo se recorrieron 8.220 kilómetros, en una ruta sin precedentes para una empresa comercial, que debió verificar todos los antecedentes con meses de anticipación, para dar una mayor seguridad al vuelo. Eso fue lo que permitió que la aeronave pudiera llegar hasta el paralelo 64 de la Antártica Chilena.
Simbólico fue también, que no sólo militares o científicos, como se acostumbra en viajes de esta naturaleza, fueran los pasajeros. Al contrario, como se ha dicho en el texto, hubo desde damas hasta niños, profesionales y pilotos de clubes aéreos, en general chilenos de diversas tonalidades, incluyendo, por supuesto, al ministro de Bienes Nacionales, que pudo ver desde el aire la inmensidad del territorio que, según la ley, está bajo su inclaudicable tuición.
Naturalmente la compañía también sacó dividendos agradables al publicitar el vuelo del avión y darle a su flota el mérito de “Primeros sobre la Antártica”, frase que lucieron en su proa y “La primera línea aérea comercial del mundo en llegar al Polo Sur”, connotación que la dejaba en una situación especial ante sus similares de todo el mundo.
Bibliografía:
– Barriga Kreft Sergio, Historia de Lan-Chile, Imp. Sem Service, Santiago, Chile, 1984
– Fernández, Alberto, La Aviación en Magallanes, Imp. DGAC, Santiago, Chile, 1994
– Jackson, Robert, La Enciclopedia de la Aviación, España, 2018
– Diccionario Biográfico de Chile, Ed. 1965
– Revista Ercilla. Edición del 26-12-1956
– Archivo del autor
– Foto Archivo personal del autor
VUELO A LA SOMBRA DE UN ECLIPSE SOLAR ANTARTICO
Por Ian Staiger Pirazzoli -Capitán B 787 LATAM.
Fotografía por el Editor Jefe de Sky & Telescope Magazine, Dennis di Cicco desde una ventanilla del Airbus 340 de LAN Chile sobre la Antártica, el 23 de noviembre de 2003. En ella se aprecia la corona solar y una erupción de gas.
A comienzos del año 2003, la revista científica Sky & Telescope junto a la compañía turística Travel Quest, solicitaron a LAN que realizara un vuelo sobre el continente antártico que tenía como objetivo observar un eclipse solar total, que se verificaría el domingo 23 de noviembre de 2003, entre las 5:24 y las 6:14 p.m. HL coincidiendo con el período de mayores tormentas solares jamás registradas en la era moderna.
Este vuelo se planificó con muchos meses de antelación, estando al mando de esta operación El Capitán Hans Peter Fuchslocher, acompañado por el Capitán Julio Reti y los Primeros Oficiales Andrés González e Ian Staiger.
Como parte de la preparación de la tripulación, en el mes de agosto, se organizó un curso especial de una semana de duración en la Escuela de alta montaña del Ejército de Chile en Portillo. A este entrenamiento acudieron los pilotos Reti y Staiger, acompañando de los Tripulantes de Cabina Paola Recamán, Rose Marie Henning, Fernando Rencoret y Nicolás Echenique. Parte del entrenamiento en Los Andes, consideró Instrucción teórica de técnicas de supervivencia en clima frío, así como también prácticas de ski y navegación terrestre en nieve.
Como parte de la preparación teórica y administrativa en el ámbito propiamente operacional, se hicieron algunas pruebas en el simulador de vuelo de Sao Paulo más que nada para verificar procedimientos y contingencias en vuelos a latitudes extremas, y para desarrollar una estrategia de interceptación del segmento final de avistamiento.
Este tramo, tenía coordenadas exactas tanto de entrada como de salida, así como también horas preestablecidas por la comunidad astronómica que realizaba el vuelo.
Esquema de la trayectoria del vuelo y del eclipse sobre la Antártica.
Mapa cortesía de Fred Espenak (NASA) Sky & Telescope Magazine.
El vuelo presentaba diversos desafíos técnicos que había que manejar a fin de disminuir los riesgos de la operación. La navegación en zonas polares tiene algunas particularidades que no son muy conocidas por nosotros que volamos en latitudes más bajas. El combustible pasó también a ser una consideración importante, no solo por la cantidad necesaria para cumplir con las casi 14 horas de vuelo, sino además por la posibilidad de alcanzar el punto de congelación de combustible, debido al prolongado vuelo en régimen de bajas temperaturas.
En cuanto a las alternativas de ruta, fuera de considerar solo en caso de emergencia aquellas bases militares tanto chilenas, rusas y norteamericanas, no existía ningún aeropuerto adecuado para recibir un avión como el A-340. Por esa razón es que, entre otras precauciones, se consideró llevar a bordo equipamiento de supervivencia y primeros auxilios especialmente diseñados para climas fríos.
El desarrollo del vuelo polar comenzó en Punta Arenas con el arribo del Airbus A340-300, M.S.N. 429, CC-CQE a Carlos Ibáñez del Campo.
El Airbus A340-300 de la historia, en el aeropuerto Arturo Merino Benítez, de Santiago de Chile.
Fue el primero de su tipo sobre el Polo Sur. (Fotografía: Claudio Cáceres Godoy)
Embarcaron los casi 80 pasajeros (científicos y astro fotógrafos) más una tripulación de 18 personas (4 pilotos, 9 Tripulantes de Cabina, 3 militares, un médico y una guía turística). El primer desafío fue tratar de ver la Península de Palmer, cosa que se vio imposibilitado debido a las malas condiciones locales de la zona. Luego de casi siete horas de vuelo, procedimos a interceptar la trayectoria de avistamiento del eclipse, cosa que se logró hacer con una precisión de segundos en las coordenadas S7841.3 / E05151.5, logrando un eclipse (totalidad) de casi tres minutos. Los pasajeros, luego de la obscuridad, estallaron en llantos de emoción por la experiencia vivida.
El eclipse desde la cabina del A340-300
Las primeras imágenes fueron enviadas directamente desde el avión en vuelo por e-mail vía teléfonos satelitales
“Fue un momento muy dramático y espiritual a pesar de lo corto del tiempo. Hay que agradecer a LAN CHILE y la tripulación de vuelo que se preparó especialmente en simuladores. Esta es una de las más gratas experiencias que hemos tenido en nuestras vidas”, señaló James Kelly Beatty, editor ejecutivo de la revista Sky and Telescope en declaraciones al diario La Prensa Austral. Agregó que los pasajeros pudieron ver el eclipse durante 2 minutos y 20 segundos.
Una de las sorpresas que el Capitán Fuchslocher les dio a los pasajeros, fue el desvío que realizáramos en dirección latitud 90º para tener la increíble experiencia de sobrevolar el Polo Sur. Uno de los pasajeros era un científico que vivió durante seis meses en la base Amundsen-Scott ubicada en el polo, cuya intención en este vuelo era mostrarle a su esposa donde había vivido en aquellos meses. Le solicitamos al científico que haciendo uso del sistema Passenger Address, relatara algunos aspectos geográficos de la estación, el domo, las edificaciones de la base y aspectos propios de la cotidianidad de la vida en la A aspectos propios de la cotidianidad de la vida en la Antártica, mientras Andrés González, asumía los controles de vuelo manual luego de la desconexión del AutoPilot.
Durante el regreso a Punta Arenas se sobrevoló la base Amundsen/Scott en el Polo Sur a 2,500 pies
Los pasajeros pudieron apreciar un Lockheed C-130 Hércules despegando de la pista polar.
El vuelo de regreso a PUQ nos dio también la oportunidad de realizar un sobrevuelo al Macizo Vinson que se eleva hasta los 4900 metros, siendo la cumbre más alta del continente helado. El aterrizaje en el aeropuerto de Carlos Ibáñez, fue a las 06:23 UTC, completando un tiempo de vuelo de 14:08 hrs.
Monte Vinson desde el avión
Al descender en círculos sobre el monte Vinson se pudo apreciar la estela de condensación dejada por el Airbus en los cielos antárticos.
Tripulación de Mando: Julio Reti Hans Peter Fuchslocher Andrés González Ian Staiger | Tripulación de Cabina: Alexia Manzano Paola Recamán Marianne Hoppe Fernando Rencoret Rosemarie Henning René Gajardo Nicolás Echenique Mariana Scapini Alejandro Kauffmann |
Aquellos que tuvimos la oportunidad única de participar en el particular vuelo del A340 sobre la antártica, jamás olvidaremos la intensidad de esta experiencia, especialmente por la posibilidad remota de haber podido observar lugares como el Polo Sur, significando eso, un enorme privilegio en la historia de la humanidad.
(Ver también en sección CRONICAS – 28.02. 2017 -A la caza de un eclipse en un Airbus A-340 de Lan Chile)
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